(Traducción)
A Benjamín Basualdo
Negro pabellón de sombras
flameaba sobre la tierra,
lejos el viento rugía
como una fiera en la selva.
¡Solemne era aquel momento,
lúgubre la noche aquella!
Como teas funerarias
rutilaban las estrellas.
Hermano — me dijo entonces
su voz conmovida y trémula :—
¿Cuál es el ara en que rindes
el culto de tus creencias?
¿Cuál es el Dios a que imploran;
en la noche de las penas,
en esa noche del alma
sin horizontes ni estrellas?
Si no son rizos de espumas
de tus versos las cadencias,
si tus ardientes estrofas
no son rumor de hojas secas;
Ascuas que enfrían y apagan
las lágrimas de la niebla,
esa viuda del espacio
que llora del sol la ausencia ;
Hermano, si eres creyente;
hermano, si eres poeta,
¿dónde está el Dios de tu culto,
dónde su altar y su iglesia ? —
Y yo callaba y seguía
por entre la selva negra,
tan negra como mi alma,
profundo abismo de penas. —
También me arrodillo y oro —
le dije con voz severa, —
mirad allá cómo se abre
el pórtico de mi iglesia.
Prenden su antorcha los astros
su incienso quema la selva,
al levantarse la luna
como en su trono una reina ;
Gime la sombra y se escode
entre las ramas inquietas,
y el arroyo somnoliento
se despierta para verla.
Dobla, hermano, la rodilla,
baja la frente altanera,
mi Dios oficia en su templo,
y esa es la hostia que se eleva.—