Profecía de Guatimoc

I Tras negros nubarrones asomaba Pálido rayo de luciente luna Tenuemente blanqueando los peñascos Que de Chapultepec la falda visten. Cenicientos a trechos, amarillos, O cubiertos de musgo verdinegro A trechos se miraban, y la vista De los lugares de profundas sombras Con terror y respeto se apartaba. Los corpulentos árboles ancianos, En cuya fuente siglos mil reposan, Sus canas venerables conmovían De viento leve al delicado soplo O al aleteo de nocturno cuerco, Que tal vez descendiendo el vuelo rápido Rizaba con sus alas sacudidas Las cristalinas aguas de la alberca, En donde se mecía blandamente La imagen de las nubes retratadas En su luciente espejo. La llanuras Y las lejanas lomas repetían El aullido siniestro de los lobos O el balar lastimoso del cordero, O del todo el bramido prolongado. ¡Oh soledad, mi bien, yo te saludo! ¡Cómo se eleva el corazón del triste cuando en tu seno bienhechor su llanto consigue derramar! Huyendo al mundo me acojo a ti. Recíbeme y piadosa divierte mi dolor, templa mi pena. Alza mi corazón al infinito, El velo rasga de futuros tiempos, Templa mi lira, y de los sacros vates Dame la inspiración. Nada en el mundo, Nada encontré que el tedio y el disgusto De vivir arrancara de mi pecho. MI pobre madre descendió a la tumba Y a mi padre infeliz dejé buscando Un lecho y pan en la piedad ajena. El sudor de mi faz y el llanto ardiente Mi sed templaron. Amistad sincera Busqué en los hombre, y no hallé... Mentira, Perfidia y falsedad hallé tan sólo. Busqué el amor, y una mujer, un ángel A mi turbada vista se presenta Con su rostro ofuscando a los malvados Que en torno la cercaban , y entre risas De estúpida malicia se gozaban, Que en sus manos sacrílegas pensando La flor de su quietud marchitarían Y de su faz las rosas... ¡Miserables! ¿cuando la nube tempestuosa y negra pudo apagar del sol la lumbre pura, aunque un instante la ofuscó? ¿ Ni cuándo su irresistible luz el pardo búho soportar pudo?... Yo temblé de gozo, sonrió mi labio y se aclaró mi frente, Y brillaron mis ojos, y mis brazos Vacilantes buscaban el objeto Que tanto me asombró... ¡Vana esperanza! En vez de un corazón a amar creado, Aridez y frialdad encontré sólo, Aridez y frialdad ¡indiferencia!. . . Y mis ensueños de placer volaron Y la fantasma de mi dicha huyóse, Y sin lumbre quedé perdido y ciego. Sin amistad y sin amor... (La ingrata De mí aparta la vista desdeñosa, Y ni la luz de sus serenos ojos Concede a su amador... En otro tiempo, En otro tiempo sonrió conmigo.) Sin amistad y sin amor, y huérfano. Es ya polvo mi padre, y ni abrazarlo Pude al morir. Y abandonado y solo En la tierra quedé. Mi pecho entonces Se oprimió más y más, y la poesía Fue mi gozo y placer, mi único amigo. Y misteriosa soledad de entonces Mi amada fue. ¡Qué dulce, qué sublime es el silencio que me cerca en tono! ¡Oh cómo es grato a mi dolor el rayo de moribunda luna, que halagando está mi yerta faz! Quizá me escuchan las sombras venerandas de los reyes que dominaron el Anáhuac, presa hoy de las aves de rapiña y lobos que ya su seno y corazón desgarran. -"¡Oh varón inmortal!¡Oh rey potente! Guatimoc valeroso y desgraciado, Si quebrantar las puertas del sepulcro Te es dado acaso ¡ven! Oye mi acento: Contemplar quiero tu guerrera frente, Quiero escuchar tu voz..." II - Soneto la tierra Girar bajo mis pies, nieblas extrañas Mi vista ofuscan y hasta el cielo suben. Silencio reina por doquier; los campos, Los árboles, las aves, la natura, La natura parece agonizante. Mis miembros tiemblan, la rodillas doblo Y no me atrevo a levantar la vista. ¡Oh mortal miserable! Tu ardimiento, tu exaltado valor es vano polvo. Caí por tierra sin aliento y mudo, Y profundo estertor del hondo pecho Oprimido salía. De repente Parece que una mano de cadáver Me aferra el brazo y me levanta. . . ¡Cielos! ¿Qué estoy mirando? . . . -"Venerable sombra, huye de mí: la sepultura cóncava tu mansión es. ¡Aparta, aparta! En vano suplico y ruego; mas el alma mía Vuelve a su ser y el corazón ya late. De oro y telas cubierto y ricas piedras Un guerrero se ve. Cetro y penacho De ondeantes plumas se descubre; tiene potente maza a su siniestra, y arco Y rica aljaba de sus hombros penden . . . ¡Qué horror! Entre las nieblas se descubren llenas de sangre sus tostadas plantas en carbón convertidas; aun se mira bajo sus pies brillar la viva lumbre. Grillos, esposas y cadenas duras Visten su cuerpo, y acerado anillo Oprime su cintura; y para colmo De dolor, un dogal su cuello aprieta. "Reconozco, exclamé, sí, reconozco la mano de Cortés bárbaro y crudo. ¡Conquistador! ¡Aventurero impío! ¿Así trata un guerrero a otro guerrero? ¿Así un valiente a otro valiente? . . . " Dije y agarrar quise del monarca el manto; pero él se deslizaba y aire sólo con los dedos toqué. -Rey del Anáhuac, noble varón, Guatimoctzín valiente, indigno soy de contemplar tu frente. Huye de mí. - "No tal," él me responde, Y su voz parecía Que del sepulcro lóbrego salía. -"Háblame, continuó, pero en la lengua del gran Netzahualcóyotl". Bajé la frente y respondí: "Lo ignoro." El rey gimió en su corazón. - "¡Oh mengua Del gran Netzahualcóyotl. Bajé la frente y respondí: "Lo ignoro." El rey gimió en su corazón. -¡Oh mengua, Oh vergüenza!" gritó. Rugó las cejas Y en sus ojos brilló súbito lloro. -"Pero siempre te amé, rey infelice. Maldigo a tu asesino y a la Europa, La injusta Europa que tu nombre olvida. Vuelve, vuelve a la vida, Empuña luego la robusta lanza, De polo a polo sonará tu nombre, Temblarán a tu voz caducos reyes, El cuello rendirán a tu pujanza, Serán para ellos tus mandatos, leyes; Y en México, en París, centro de orgullo, Resonará la trompa de venganza. ¿Qué e estos tiempos los guerreros veles cabe Cortés sañudo y Alvarado (varones invencibles si crueles) y los venciste tú, si, los venciste en nobleza y valor, rey desdichado!" -¡Ya mi siglo pasó. Mi pueblo todo jamás elevará la oscura frente hundida ahora en asqueroso lodo. Ya mi siglo pasó. DEl mar de Oriente Nueva familia de distinto idioma De distintas costumbre y semblantes, En hora de dolor al puerto asoma; Y asolando mi reino, nuevo reino Sobre sus ruinas míseras levanta. Y cayó para siempre el mexicano, Y ahora imprime en mi ciudad la planta El hijo del soberbio castellano. Ya mi siglo pasó". Su voz augusta Sofocada quedó con los sollozos, Hondos gemidos arrojó del seno, Retemblaron sus miembros vigorosos, El dolor ofuscó su faz adusta Y la inclinó de abatimiento lleno. -¿Pues las pasiones que al mortal oprimen acosan a los muertos en la tumba? ¿Hasta ella el grito del rencor retumba? ¿También las almas en el cielo gimen?" Así hablé y respondió - "Joven audace, El atrevido pensamiento enfrena. Piensa en ti, en tu nación; mas lo infinito No será manifiesto A los ojos del hombre: así está escrito. Si el destino funesto El denso velo destrozar pudiera Que la profunda eternidad te esconde, Más, joven infeliz, más te valiera Ver a tu amante en brazos de tu amigo Y ambos a dos el solapada acero Clavar en tus entrañas, Y reír a tu grito lastimero Y, sin poder, morir, sediento y flaco, Agonizar un siglo, ¡un siglo entero! Sentí desvanecerse mi cabeza, Tembló mi corazón, y mis cabellos Erizados se alzaron en mi frente. Miróme con terneza Del rey la sombra y desplegando el labio De esta manera prosiguió doliente: "¡Oh joven infeliz! ¡cuál tu destino, cuál es tu estrella impía!. . . Buscará la verdad tu desatino Sin encontrar la vía. Deseo ardiente de renombre y gloria Abrasará tu pecho, Y contigo tal vez la tu memoria Expirará en tu lecho. Amigo buscarás y amante pura, Mas a la suerte plugo Que hallasen en ella bárbara tortura, En él feroz verdugo. Y ansia devoradora De mecerte en las olas del océano Aumentará tu tedio, y será en vano, Aunque en dolor y rabia te despeña, Que el destino tirano Para siempre en tu suelo te asegura Cual fijo tronco o soterrada peña. Y entre tanto a tus ojos ¡que terrífico lienzo se despliega! Llanos, montes de abrojos; El justo, que navega Y de descanso al punto nunca llega Y en palacios fastuosos El infame traidor, el bandolero, Holgando poderosos, Vendiendo a un usurero Las lágrimas de un pueblo a vil dinero. La virtud a sus puertas Gimiendo de fatiga y desaliento, Tiende las manos yertas Pidiendo el alimento, Y halla tan sólo duro tratamiento El asesino insano Los derechos proclama, Debidos al honrado ciudadano. Y más allá rastrero cortesano, Que ha vendido su honor, honor reclama. Hombre procaz, que la torpeza inflama, Castidad y virtud audaz predica, Y el hipócrita ateo A Dios ensalza y su poder publica. Una no firme silla Mira sobre cadáveres alzada. . . Ya diviso en el puerto Hinchadas lonas como niebla densa, Ya en le playa diviso En el aire vibrando aguda lanza, De gente extraña la legión inmensa. Al son del grito del feroz venganza Las armas crujen y el bridón relincha; Oprimida rechina la cureña, Bombas ardientes zumban, Vaga el sordo rumor de peña en peña Y hasta los montes trémulos retumban. ¡Mirad! Mirad por los calientes aires mares de viva lumbre que se agitan y chocan rebramando; mirad de aquella torre el alta cumbre cómo tiembla y vacila y cuje y cae, los soberbios palacios derrumbando. ¡Escuchad, escuchad!. . . . Hondos gemidos arrojan los vencidos. ¡Mirad los infelices por el suelo, moribundos, sus cuerpos arrastrando, y su sed ardorosa en sus propias heridas apagando! ¡Oídlos en su duelo maldecir su nación, su vida, el cielo!. . . Sangrienta está la tierra, Sangrienta el alta sierra, Sangriento el ancho mar, el hondo espacio, Y del innoble rey del claro día La faz envuelve ensangrentado velo. Nada perdona el bárbaro europeo: Todo lo rompe y tala y aniquila Con brazo furibundo. Ved la doncella en torpe desaliño Abrazar a su padre moribundo. Mirad sobre el cadáver asqueroso Del asesino aleve Caer sin vida el inocente niño. ¡Oh vano suplicar! Es dura roca el hijo del Oriente: brotan sangre sus ojos, y a su boca lleva sangre caliente. Es su placer en fúnebres desiertos Las ciudades trocar. ¡Hazaña honrosa! Ve el sueño con desdén, si no reposa Sobre insepultos muertos. ¡Ay pueblos desdichado! Entre tantos caudillos que te cercan ¿quién a triunfar conducirá tu acero? Todos huyen cobardes, y al soldado En las garras del pérfido extranjero Dejan abandonado Clamando con acento lastimero: ¿dónde cortés está? ¿dónde Alvarado? Ya eres esclavo de nación extraña, Tus hijos son esclavos A tu esposa arrebatan de tu seno... ¡Ay si provocas la extranjera señal!... ¿Lloras, pueblo infeliz y miserable? ¿A qué sirve tu llanto? ¿Qué vale tu lamento? Es tu agudo quebranto Para el hijo de Europa implacable Su más grato alimento. Y ni enjugar las lágrimas de un padre Concederá a tu duelo, Que de la venerable cabellera Entre signos de gozo Le verás arrastrado Al negro calabozo, Do por piedad demanda muerte fiera. ¡Ay, pueblo desdichado! ¡Dónde Cortés está? ¡dónde Alvarado? ¿más qué faja de luz pura y brillante en el cielo se agita? ¿Qué flamígero carro de diamante por los aires veloz se precipita? ¿Cual extendido pabellón ondea? ¿cual sonante clarín a la pelea el generoso corazón excita? ¡Temblad, estremeceos, oh reyes europeos! Basta de tanto escandaloso crimen. Ya los cetros en ascuas se convierten, Los tronos en hogueras Y las coronas en serpientes fieras Que rencorosas vuestro cuello oprimen. ¿Qué es de París y Londres? ¿Qué es de tanta soberbia y poderío? ¿Qué es sus naves de riqueza llenas? ¿Qué de su rabia y su furor impío? Así preguntará triste viajero. Fúnebre voz responderá tan solo: ¿Qué es de Roma y Atenas? ¿Ves en desiertos de África espantosos, al soplar de los vientos abrasados qué multitud de arenas se elevan por los aires agitados, y ya truécanse en hórridos colosos, ya en bramadores mares procelosos? ¡Ay de vosotros, ay, guerreros viles, que de la inglesa América y de Europa, con el vapor, o con el viento en popa, a México llegáis miles a miles y convertís el amistoso techo en palacio de sangre y de furores, y el inocente hospitalario lecho en morada de escándalo y de horrores! ¡Ay de vosotros! Si pisáis altivos las humildes arenas de este suelo, no por siempre será, que la venganza su soplo asolador furiosa lanza y veloz las eleva por los aires, y ya las cambia en tétricos colosos que en sus fornidos brazos os oprimen, ya en abrasados mares que arrasan vuestros pueblos poderosos. Que aun del caos la tierra no salía Cuando a los pies del hacedor radiante Escrita estaba en sólido diamante Esta ley, que borrar nadie podría: El que del infeliz el llanto vierte, Amargo llanto verterá angustiado; El que huella al endeble, será hollado; El que la muerte da, recibe muerte; Y el que masa su espléndida fortuna Con sangre de la víctima llorosa, Su sangre beberá si sed lo seca, Sus miembros comerá si hambre lo acosa". Brilló en el cielo matutino rayo, De súbito cruzó rápida llama, El aire convirtióse en humo denso Salpicado de brasas encendidas Cual rojos globos en oscuro cielo. La tierra retembló, giró tres veces En encontradas direcciones; hondo Cráter abrióse ante mi planta infirme Y despeñóse en él bramando un río De sangre espesa, que espumoso lago Formó en el fondo, y cuyas olas negras, Agitadas subiendo mis rodillas Bañaban sin cesar. Fantasma horrible De formas colosales y abultadas, Envolvió su cabeza en luego manto Y en el profundo lago sumergióse. Ya no ví más... ¿Dó estoy? ¡Qué lazo oprime mi garganta? ¡ Piedad! Solo me encuentro... Mi cuerpo tembloroso húmeda yerba Tiene por lecho; el corazón mis manos Con fuerza aprietan, y mi rostro y cuero Tibio sudor empapa. El sol brillante, Tras la sierra asomando la cabeza, Mira a Chapultepec cual padre tierno Contempla al despertar a su hijo amado. Los rayos de su luz las peñas doran, Los árboles sus frentes venerables Inclinan blandamente, saludando Al astro ardiente que les da la vida. Azul está el espacio, y a los montes Baña color azul, claro y oscuro. Todo respira juventud risueña Y cantando los pájaros se mecen En las ligeras y volubles auras. Todos a gozar convida; pero a mi alma Manto e muerte envuelve, y gota a gota Sangre destila el corazón herido. Mi mente es negra cavidad sin fondo Y vaga incierto el pensamiento en ella Cual perdida paloma en honda grúa. ¡Fue sueño o realidad? Pregunta vana... Sueño sería, que profundo sueño Es la voraz pasión que me consume; Sueño ha sido, y no más el leve gozo Que acarició mi faz; sueño el sonido De aquella sonrisa, aquel halago, Aquel blando mirar... Desperté súbito Y el bello Edén despareció a mis ojos Como oleada que la mar envía Y se lleva después. Sólo me resta Atroz recuerdo que me aprieta el alma Y sin cesar el corazón me roe. Así el fugaz placer sirve tan sólo Para abismar el corazón sensible, Así la juventud y la hermosura Sirven tan sólo de romper el seno A la cansada senectud. El hombre Tiene dos cosas solamente eternas: A Dios y la virtud, de El amada... Yo me sentí mecido de mis padres En los amante cariñosos brazos, Y fue sueño también... Mujer que adoro, Ven otra vez a adormecer mi alma Y mátame después, mas no te alejes... La amistad y el amor son mi existencia, Y el amor y amistad vuelven el rostro Y huyen de mi cual de cadáver frío. ¡Venid, sueños, venid! Y ornad mi frente de beleño mortal: soñar deseo. Levantad a los muertos de sus tumbas: Quiero verlos sentir estremecerme... Las sensaciones mi alimento fueron, Sensaciones de horror y de tristeza. Sueño sea mi paso por el mundo, Hasta que nuevo sueño, dulce y grato, Me presente de Dios la faz sublime. ¡Bailad, bailad! Bailad mientras que llora El pueblo dolorido, Bailad hasta la aurora Al compás del gemido Que a vuestra puerta el huérfano Hambriento lanzará. ¡Bailad, bailad! Desnudez, ignorancia A nuestra prole afrenta, Orgullo y arrogancia Con altivez ostenta, Y embrutece su espíritu Torpe inmoralidad. ¡Bailad, bailad! Las escuelas inunda Turba ignorante y fútil, Que su grandeza funda En vedarnos lo útil Y nos conduce hipócrita Por la senda del mal. ¡Bailad, bailad! Soldados sin decoro Y sin saber nos celan, Adonde dan más oro Allá rápidos vuelan: En la batalla tórtolas, Buitres en la ciudad. ¡Bailad, bailad! Y por Tejas se avanza El invasor astuto: Su grito de venganza Anuncia triste luto A la infeliz república Que al abismo arrastráis. ¡Bailad, bailad! El bárbaro ya en masa Por nuestros campos entra, A fuego y sangre arrasa Cuando a su paso encuentra, Deshonra nuestras vírgenes, Nos asesina audaz. ¡Bailad, bailad! Europa se aprovecha De nuestra inculta vida, Cual tigre nos acecha Con la garra tendida Y nuestra ruina próxima Ya celebrando está. ¡Bailad, bailad! ¿Bailad, oh campeones, hasta la luz vecina, al son de los cañones de Tolemaida y China, y de Argel a la pérdida veinte copas vaciad. ¡Bailad, bailad! Vuestro cantor en tanto De miedo henchido, el pecho Se envuelve en negro manto En lágrimas deshecho, Y prepara de México El himno funeral. ¡Bailad, bailad! Adiós, oh patria mía Alegre el marinero En voz pausada canta, Y el ancla y a levanta Con extraño rumor De la cadena al ruido Me agita la pena impía. Adiós, oh patria mía, Adiós, tierra de amor. El barco suavemente Se inclina y se remece, Y luego se estremece A impulso del vapor. Las ruedas son cascadas De blanca argentería. Adiós, oh patria mía, Adiós, tierra de amor. Sentado yo en la popa Contemplo el mar inmenso, Y en mi desdicha pienso Y en mi tenaz dolor. A ti mi suerte entrego, A ti, Virgen María. Adiós , oh patria mía, Adiós, tierra de amor. De fuego ardiente globo En las aguas se oculta: Una onda lo sepulta Rodando con furor. Rugiendo el mar anuncia Que muere el rey del día. Adiós, oh patria mía, Adiós, tierra de amor. Las olas, que se mecen como el niño en su cuna, Retratan de la luna El rostro seductor. Gime la brisa triste Cual hombre en agonía. Adiós, oh patria mía, Adiós, tierra de amor. Del astro de la noche Un rayo blandamente Resbala por mi frente Rugada de dolor. Así como hoy la luna En México lucía. Adiós, oh patria mía, Adiós, tierra de amor. ¡En México!... ¡Oh memoria!... ¿Cuándo tu rico suelo y a tu azulado cielo veré, triste cantor? Sin ti, cólera y tedio Me causa la alegría. Adiós, oh patria mía, Adiós, tierra de amor.

Collection: 
1836

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