Miguel Hernández

  • 7

    Después de haber cavado este barbecho
    me tomaré un descanso por la grama
    y beberé del agua que en la rama
    su esclava nieve aumenta en mi provecho.

    Todo el cuerpo me huele a recién hecho
    por el jugoso fuego que lo inflama
    y la creación que...

  • 6

    Umbrío por la pena, casi bruno,
    porque la pena tizna cuando estalla,
    donde yo no me hallo no se halla
    hombre más apenado que ninguno.

    Sobre la pena duermo solo y uno,
    pena es mi paz y pena mi batalla,
    perro que ni me deja ni se calla,
    ...

  • 5

    Tu corazón, una naranja helada
    con un dentro sin luz de dulce miera
    y una porosa vista de oro: un fuera
    venturas prometiendo a la mirada.

    Mi corazón, una febril granada
    de agrupado rubor y abierta cera,
    que sus tiernos collares te ofreciera...

  • 4

    Me tiraste un limón, y tan amargo
    con una mano cálida, y tan pura,
    que no menoscabó su arquitectura
    y probé su amargura sin embargo.

    Con el golpe amarillo, de un letargo
    dulce pasó a una ansiosa calentura
    mi sangre, que sintió una mordedura...

  • 3

    Guiando un tribunal de tiburones,
    como con dos guadañas eclipsadas,
    con dos cejas tiznadas y cortadas
    de tiznar y cortar los corazones,

    en el mío has entrado, y en él pones
    una red de raíces irritadas,
    que avariciosamente acaparadas
    ...

  • 29

    (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como el rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.)

    Yo quiero ser llorando el hortelano
    de la tierra que ocupas y estercolas,
    compañero del alma, tan temprano.

    Alimentando lluvias, caracolas
    y...

  • 28

    La muerte, toda llena de agujeros
    y cuernos de su mismo desenlace,
    bajo una piel de toro pisa y pace
    un luminoso prado de toreros.

    Volcánicos bramidos, humos fieros
    de general amor por cuanto nace,
    a llamaradas echa mientras hace
    morir...

  • 27

    Lluviosos ojos que lluviosamente
    me hacéis penar: lluviosas soledades,
    balcones de las rudas tempestades
    que hay en mi corazón adolescente.

    Corazón cada día más frecuente
    en para idolatrar criar ciudades
    de amor que caen de todas mis edades...

  • 26

    Por una senda van los hortelanos,
    que es la sagrada hora del regreso,
    con la sangre injuriada por el peso
    de inviernos, primaveras y veranos.

    Vienen de los esfuerzos sobrehumanos
    y van a la canción, y van al beso,
    y van dejando por el aire...

  • 25

    Al derramar tu voz su mansedumbre
    de miel bocal, y al puro bamboleo,
    en mis terrestres manos el deseo
    sus rosas pone al fuego de costumbre.

    Exasperado llego hasta la cumbre
    de tu pecho de isla, y lo rodeo
    de un ambicioso mar y un pataleo...