«-¿Quién eres tú que, en la apartada cumbre, coronada de nieblas, huyes de la azorada muchedumbre y con tus sueños tu desierto pueblas? -Ven.» Sobre el ígneo coche de rápidos, flamígeros corceles crucé con él las sombras de la noche, y surcamos los ámbitos profundos del no medido espacio, a través de los soles y los mundos. «-¿Qué es esto? -Mi palacio.» Y descendimos sobre el mar, que muje como corcel salvaje, cuando el viento lo azota, y con empuje fiero levanta, orlados de diademas, montes de agua espumosa al firmamento. «-¡Lejos huyamos de su horror! -No temas.» Y en oriental estancia, sobre la alfombra de mullida seda y entre aromas de célica fragancia, vi danzar la hurí leda, medio desnudo el seno de alabastro. «-¡Dichoso quien lograr sus besos pueda! -Yo desdeño el placer que huye sin rastro.» Y entre el fragor de las revueltas haces que se entrechocan crueles, sirvió su voz de aliento a los audaces que, hiriendo con las lanzas los broqueles, repetían sus cánticos de guerra: «-¿Por qué no les das paces? -Yo sólo doy laureles.» Y descendimos desde la ardua sierra hasta el valle tranquilo do juega el viento manso, brindándonos las grutas fresco asilo, grato rumor las fuentes cristalinas. «-¿Por qué en el blando césped te reclinas? -Es mi mejor descanso.» Y de la corte el popular tumulto, que cubre el fraude, la ambición y el dolo, huyó pasando oculto: «-¿No gozas? -Me hallo solo.» Y en la antigua ciudad de rotas piedras sentóse entre las moles de granito, que festoneaban las silvestres yedras: «-¿Qué haces aquí? -Medito.» Y entró del templo en la desierta nave, do suena hueca bajo el pie la tumba; donde el canto sonoro envuelto sube entre el incienso suave y por los arcos góticos retumba: «-¿Por qué bajas la frente? -Rezo y lloro.» Y ascendimos de nuevo a la montaña sobre el carro de fuego, y, evocadas por él, con forma extraña, mil sombras miré luego raudas pasar. Lo que la edad oculta en el oscuro porvenir incierto; lo que dentro del alma se sepulta, todo lo miré abierto. «-¿Quién eres tú, que mandas al destino, descifras los arcanos, tienes la inmensidad para camino, polvo ante Dios, y Dios de los humanos? -Yo guardo del perdido Paraíso dentro del alma la visión primera; yo los abrojos de la tierra piso, la frente en otra esfera; yo sé del cielo el olvidado idioma: mago la Siria me llamé; profeta quien bebió el agua del Jordán escaso; sibila un tiempo me invocó de Roma la muchedumbre inquieta: hoy ignorado por la tierra paso, hoy me llamo poeta.»
Visión
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