Cuna, tumba.
Hágase tu voluntad y no la nuestra.
Danos el pan de cada día y los cataclismos.
Sufre los dolores de éstos tus hijos. ¡Oh pura, que concibes, por obra y gracia del sol, Nuestro Señor, que está en los cielos, todopoderoso!
Santa Madre, sé buena para nuestra vida y ábrenos, esas tus fosas cariñosas en la hora eterna de nuestra muerte.
¡Así sea!
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«La Porteña», 1915.