Al borde de la vida sentémonos, ¡oh Mía!
y miremos correr las horas pasajeras;
¡dulce es el sol fugaz!, bendigamos el día
y confiemos en El que hizo las primaveras.
Comamos nuestro pan, bebamos nuestro vino
y reciba el Señor nuestra diaria alabanza:
podrá ser duro el golpe del adverso Destino
pero quedan las alan: ¡nos queda la Esperanza!
Dejemos el camino a los que tienen prisa;
a nosotros nos basta un beso, una sonrisa...
El tesoro mental pródigamente damos
y no guardamos nada porque nada tenemos...
Y menos nos inquieta el saber donde vamos
pues el Amor nos dice que juntos marcharemos...