A Jacinto Benavente
El lento son de la garúa,
en la calle del arrabal,
en mi corazón acentúa
la dolencia sentimental.
Simula, con su intermitente
lagrimeo, la lluvia clara,
la voz de algún adolescente
lloroso, que silabeara.
Tiene también la vida oscura
su encanto, y la poesía
que pone en la diaria amargura
la divina melancolía.
¡Sed de ideales y de cielo!
¡Oh lírica fiebre armoniosa!
¡Bien vales, infinito anhelo,
la pena que en mi alma rebosa!
Yo digo: ¡Sufro, luego existo!...
El dolor afirma la vida;
mas, todo caso está previsto,
¡y hay venda para toda herida!
Del abismo de lo que ha sido
al abismo de lo que ha de ser,
está el puente de lo vivido
y la actualidad del querer.
¡Está la linda boca fresca,
la dulce manzana carnal,
y nuestra vida funambulesca
tan líricamente anormal!