¡Pavoroso porvenir!

El otro día un pavo que se hallaba
en la Plaza Mayor,
con altivo ademán, a sus colegas,
de este modo arengó:

–«¡Amigos! ¡Ciudadanos!
¡Basta de sufrimiento!
¡Sonó por fin la hora
de nuestra redención!
¡Lancémonos al campo!
¡Salgamos al momento!
Y sean nuestros gritos:
¡¡En huelga!! ¡¡Insurrección!!

                 - - -

¡Guerra a las Navidades!
¡Basta de tiranía!
¡Tiempo es de que gocemos
de nuestra libertad!
¡Pues, qué! ¿Quizá el pavo
no tiene autonomía?
¡Ánimo, pues! Y hagamos
una barbaridad.

                 - - -

¿Por qué ciertos señores,
más pavos que nosotros,
ocupan ciertos puestos
felices, cual se ve?
Si todos somos pavos,
lo mismo unos que otros,
¿por qué ese privilegio?
¡Vamos a ver! ¿Por qué?

                 - - -

Nosotros hasta ahora
vivimos engañados;
con nueces y castañas
nos hacen engordar;
pero después que observan
que estamos bien cebados,
nos cogen, y en seguida
nos mandan degollar.

                 - - -

Somos de nuestra raza
las masas inconscientes;
somos el pobre pueblo
que siempre sufre el mal.
¿No veis cómo se libra
de manos de esas gentes
el pavo de alta alcurnia
llamado el pavo real?

                 - - -

Del hado los rigores
con calma hemos sufrido.
¡La lucha es necesaria!
¡Unámonos con fe!
Mirad que es el tormento
mayor que he conocido
tener por tumba el vientre
de algunos que yo sé.

                 - - -

También, ¡oh, pavas mías!
vuestro dolor acaba;
también habéis sufrido
vosotras sin chistar.
Si, algún amante hoy día
quiere pelar la pava,
luchad a picotazos,
¡y no os dejéis pelar!

                 - - -

Están nuestros derechos
con injusticia hollados;
la trufa es la enemiga
que habrá que combatir.
Pues si no hubiera trufas
no habría esos trufados
que obligan a que el hombre
nos quiera perseguir.

                 - - -

¡Formemos, pues, la rueda!
¡Limpiemos nuestros picos!
¡En guerra, y concluyamos
con tanta iniquidad!
¡Seamos implacables!
¡Matemos a los ricos!
¡Abajo lo existente!
¡¡Viva la libertad!!»

                 - - -

El pavo que así gritaba
y a los suyos exhortaba,
pagó caro su delito.
¡A las dos horas estaba
degollado el pobrecito!
Y en él –¡por sesenta reales!–
se cebaron sin piedad,
dos señores muy formales,
miembros de la Sociedad
Protectora de Animales.

Collection: 
1871

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