La emperatriz

Mueven al aire rosa sus alas los pavones...
Huella la Emperatriz la escalera de jade
y su traje de luna y aúreas constelaciones
de un aroma inefable los jardines invade.

Sus ojos de luz tibia y de mirada sabia
hacen palidecer astros y pedrerías;
su carne macerada en ungüentos de Arabia,
de nardo ungieron siete noches y siete días.

Lagrimea una estrella en el cielo escarlata...
Reza el ángel del éxtasis su faz de terciopelo
y un anhelo infinito su corazón dilata...

(Enlazan alma y cuelo pensamientos humanos...
y en los sus diáfanos ojos se ve pasar un vuelo
de vagamundos ibis havia reino).

Collection: 
1918

More from Poet

  • Él empieza donde acaban
    Espacio y Tiempo: su faz
    ve lo que es y lo que ha sido
    y lo que siempre será.

    La luz que hace su palabra
    ningún viento apagará.
    La mar le llama su brida
    y su rienda el huracán.

    Él solo, fuera del círculo
    de todo...

  • A Jacinto Benavente

    El lento son de la garúa,
    en la calle del arrabal,
    en mi corazón acentúa
    la dolencia sentimental.

    Simula, con su intermitente
    lagrimeo, la lluvia clara,
    la voz de algún adolescente
    lloroso, que silabeara.

    Tiene también...

  • Al verte, sin pensar, se dice ¡Ave María...!
    Y pues es tuyo el reino de la estrella y la rosa
    y está en tu corazón la sacra Poesía
    por gracia de una antigua virtud maravillosa;

    que suenen tiorbas y arpas; y Psalmo y Letanía
    se digan en tu elogio; que la lira y la...

  • Está en el bosque, sonrosada,
    la luna de la madrugada.

    El negro bosque rememora
    lo que miró desde la aurora:

    Se recuerda, temblando, una hoja
    del lobo y Caperuzita Roja;
    del aúreo son del olifante
    del Rey de barbas de diamante
    habla la eufónica...

  • Cuando retornas, divina Primavera,
    solloza el alma presa en su dolor cobarde...
    Y una voz fresca y pura dice en mi oído: ¡Espera!
    Y una voz melancólica grita en mi pecho: ¡Es tarde!...

    En piélagos de duda boga mi pensamiento.
    ¿Y qué hallaré —suspira— tras la dura...