¡Joven! Espera, espera
en el mañana, y siempre en el mañana;
no abandones la fe del porvenir.
Y cada vez que, fúlgida y galana,
luzca la aurora en la celeste esfera
y el monte dore y transparente el valle
de pie, de pie nos halle
á la plegaria prontos, cual Dios á bendecir.
¡Pobre joven! El amargo
sentimiento que en tí noto
es el hijo de tus faltas,
es tu parte de lo odioso.
Quien sabe, permaneciendo
por largo tiempo de hinojos,
cuando haya Dios acabado
de bendecir generoso
á todos los inocentes,
los arrepentidos todos,
quién sabe, joven, quién sabe,
se acordará de nosotros!