I Con el gran mal que me sobra y el gran bien que me fallece, en comenzando algún obra. la tristeza que me cobra todas mis ganas empece; y en queriendo ya callar, se levantan mil suspiros y gemidos a la par, que no me dejan estar ni me muestran qué deciros. II No que mi decir se esconda, mas no hallo que aproveche, que puesto que me responda vuestra vela o vuestra ronda, responderá que yo peche; dirá luego: -¿Quién te puso en contienda ni cuestión? Yo, aunque bien no me escuso ni rehúso ser confuso, contaré la ocasión. III Y diré que me llamaron por los primeros mensajes, cien mil que os alabaron y alabando no negaron recibidos mil ultrajes; mas es tal vuestra beldad, vuestras gracias y valer, que Razón y Voluntad os dieron su libertad sin poderse defender. IV Emprendí, pues, noramala ya de veros por mi mal, y en subiendo por la escala, no sé cuál pie me resbala, no curé de la señal; y en llegando a la presencia de bienes tan remontados, mis Deseos y Cuidados todos se vieron lanzados delante vuestra excelencia. V Allí fue la gran cuestión entre Querer y Temor; cada cual con su razón esforzando la pasión y alterando la color; y aunque estaba apercibido y artero de escarmentado, cuando hubieron concluido, el temeroso partido se rindió al esforzado. VI Y como tardé en me dar esperando toda afrenta, después no pude sacar partido para quedar con alguna fuerza exenta; antes me di tan entero a vos sola de quien soy, que merced de otra no espero, sino de vos, por quien muero, y aunque muera, más me doy. VII Y en hallándome cautivo y alegre de tal prisión, ni me fue el placer esquivo ni el pensar me dio motivo de sentir mi perdición; antes fui acrecentando las fuerzas de mis prisiones y mis pasos acortando, sintiendo, yendo, mirando vuestras obras y razones. VIII Y aunque todos mis sentidos de sus fines no gozaron, los ojos embebecidos fueron tan bien acogidos, que del todo me alegraron; mas mi dicha -no hadada a consentirme tal gozo- se volvió tan presto airada, que mi bien fue todo nada y mi gozo fue en el pozo. IX Robome una niebla oscura esta gloria de mis ojos, la cual, por mi desventura, fue ocasión de mi tristura, y aun la fin de mis enojos; cual quedé, pues, yo quedando, ya no hay mano que lo escriba, que si yo lo voy pintando, mis ojos lo van borrando con gotas de sangre viva. X La crudeza de mis males más se calla en la decir, pues mis dichos no son tales que igualen las desiguales congojas de mi vivir; mas después de atormentado con cien mil agrios martirios, diré cual amortajado queda muerto y no enterrado, a oscuras, sin luz ni cirios. XI Cual aquel cuerpo sagrado de San Vicente bendito, después de martirizado, a las fieras fue lanzado por cruel mando maldito; mas otro mando mayor de Dios, por quien padeció, le envió por defensor un lobo muy sin temor y un cuervo que lo ayudó. XII FIN Así aguardan mi persona, por milagro, desque he muerto, un león con su corona y un cuervo que no abandona mi ser hasta ser despierto. Venga, pues, vuestra venida en fin de toda mi cuenta; venga ya y verá mi vida que se fue con vuestra ida, mas debe quedar contenta.
Con el gran mal que me sobra...
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