La perdiz

Cesa un instante siquiera, Cesa, avecilla, en el canto, Y no atraigas a los tuyos Con tu pérfido reclamo: El mismo dueño a quien sirves, Te arrancó del nido amado, Te robó la libertad, Te desterró de los campos; Y por complacerle ahora, De tanta crueldad en pago a tu esposo y a tus hijos Tú misma tiendes el lazo. La voz del amor empleas, Brindas con dulces halagos, Cuando la tierra y el cielo A amar están convidando; Pero entre tanto escondida La muerte acecha a tu lado, Pronta a salpicar con sangre Las bellas flores del prado... ¡Ay!deja al hombre cruel Valerse de esos engaños; Llamar con la voz alevosa y vender a sus hermanos.

Collection: 
1807

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