Con Placer hablo contigo, yo que en mi vida te he hablado; pues eres centro, y abrigo, Y depósito sagrado de la dicha de un amigo. Dueña de su fe segura y árbitra a un tiempo te ves de su gozo o su amargura; que él no tendrá más ventura que aquella que tú le des. Aunque Marte galardone su esfuerzo nunca domado y cien veces le corone, y en los negocios de Estado consiga más que ambicione; y aunque atenta a su interés, siempre constante y segura fortuna bese sus pies, él no tendrá más ventura que aquella que tú le des. La mujer nuestra existencia condena a dolor profundo o a perpetua complacencia; Y no hay poder en el mundo que revoque la sentencia. Él adora tu hermosura, e insoluble el lazo es que formó vuestra ternura: ¡Ya no tendrá más ventura que aquella que tú le des! Como al sol por sus reflejos logramos adivinar, y por su aroma al azahar, y el grave son desde lejos anuncia cercano el mar, yo adivino tu alma pura en la apacible quietud del hombre que amor te jura, y contemplo en su ventura resplandecer tu virtud.
A la esposa de mi amigo
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