El soldado

Caballito, caballito, el de la cola rizada, hoy me dijo el capitán que me puedo ir a mi casa. Hace ya más de ocho años que no duermo en buena cama, que vivo sin padre y madre, sin hermanos, sin hermanas, que no tengo quien me cosa, ni quien me diga: ¿qué extrañas? Ya se acaban mis trabajos... a Dios, caballo del alma; cuando mi madre me abrace le diré: «Sólo me falta mi caballo para ser dichoso, madre adorada». Así decía el Soldado, luego con dolor y calma fue a casa del Capitán Y recibió sin tardanza su licencia. ¡Pobrecillo! Quiso volver a la cuadra a dar el último abrazo al de la cola rizada. Ve al caballo, y sin querer una lágrima se escapa de sus ojos... «Caballito, caballito de mi alma, no veré más a mi madre, dormiré sobre unas tablas, llevaré palos del cabo, más cuidaré tu cebada. No, no te puedo dejar... Vales tú más que mi casa». Dijo, y rompió la licencia. ¡Pobre! Volvió a sentar plaza.

Collection: 
1833

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