El recuerdo de la patria

Vi en el Támesis umbrío Cien y cien naves cargadas De riqueza; Vi su inmenso poderío, Sus artes tan celebradas, Su grandeza; Mas el ánima afligida Mil suspiros exhalaba Y ayes mil; Y ver la orilla florida Del manso Dauro anhelaba Y del Genil. Vi de la soberbia corte Las damas engalanadas, Muy vistosas; Vi las bellezas del norte, De blanca nieve formadas Y de rosas: Sus ojos de azul del cielo; De oro puro parecía Su cabello; Bajo transparente velo Turgente el seno se vía, Blanco y bello. ¿Mas qué valen los brocados, Las sedas y pedrería De la ciudad? ¿Qué los rostros sonrosados, La blancura y gallardía, Ni la beldad? Con mostrarse mi zagala, De blanco lino vestida, Fresca y pura, Condena la inútil gala, Y se esconde confundida La hermosura. ¿Dó hallar en climas helados Sus negros ojos graciosos, Que son fuego, Ora me miren airados, Ora roben cariñosos Mi sosiego. ¿Dó la negra cabellera Que al ébano se aventaja? ¿Y el pie leve, Que al triscar por la pradera, Ni las tiernas flores aja, Ni aun las mueve?... Doncellas las del Genil, Vuestra tez escurecida No trocara Por los rostros de marfil Que Albïon envanecida Me mostrara. Padre Dauro, manso río De las arenas doradas, Dígnate oír Los votos del pecho mío; Y en tus márgenes sagradas Logre morir.

Collection: 
1807

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