El barco va a manera, sobre el mar inestable,
de un cansado titán que buscara su lecho
y el viento entre las jarcias silba agudo, a despecho
de la hélice que gira veloz e inexorable.
Como un gran corazón, crepita; mas advierte
la mirada radiante del fanal, que, avizora,
le indica la acechanza marina, y con la prora
en blanca espuma frágil, al cruzarla, convierte.
Va sin temor, confiado, seguro en su destino;
la hélice da el impulso, el timón, el camino
y atraviesa la negra sombra inerte, ligero.
Y el conjuro del mar ruge a su paso. ¡Pero
hay rocas y hay tormentas, y ha de llegar un día!...
Y toda tu armadura ¡oh vano! será mía...