I
¡Silencio! dadme pronto la lira con que cantan
los bardos, cuando sienten latir el corazón,
y llenos de entusiasmo sus cánticos levantan
buscando por doquiera celeste inspiración.
Prestadme esos acentos de mágica armonía
que sólo nos inspira la paz de la virtud;
yo quiero al gran Urquiza, cantando en este día,
rendirle un homenaje de eterna gratitud.
Dejadme que recorra las márgenes del Plata
do retumbó su grito de libertad y unión;
que admire en mis cantares las glorias de la Patria
y ofrezca ante sus aras simpática ovación.
Dejadme que recorra los bosques y jardines
de flores tapizados que riega el Paraná,
tejiendo una guirnalda de rosas y jazmines
que del guerrero ilustre la frente ceñirá.
Y entonces, respirando su aroma delicioso,
la brisa perfumada mi seno hará latir,
cual plácida esperanza que calma mi sollozo,
las alas desplegando de púrpura y zafir.
Y entonces al heroico guerrero denodado,
que vimos tantas veces intrépido triunfar,
al héroe de Caseros, al sabio magistrado,
podré con entusiasmo mi cántico elevar.
II
Levantan las flores su cándida frente
que adornan las perlas del suave rocío,
y al astro que nace radiante en Oriente
saludan las aves del bosque sombrío.
El aura, rizando con plácida calma
las ondas dormidas del pérfido mar,
suspira, y la selva de sauces y palma
con dulce murmullo se ve doblegar.
Mil voces saludan con férvido canto
al sol que ilumina la bóveda azul,
tendiendo en el cielo su fúlgido manto
y el suelo bañando con nítida luz.
Las tumbas que encierran la yerta ceniza
de Alvear, Rivadavia y el gran San Martín,
repiten el nombre del ínclito Urquiza,
que escuchan los pueblos del otro confín.
Prosigue, le gritan, prosigue, no temas
que aceche traidora la envidia tu paso :
sostén en tu marcha, cual siempre, ese lema
que mil y mil veces sostuvo tu brazo.
Levanta orgulloso la frente ceñida
con palmas y lauros del campo de Marte,
y mira esa patria tan noble y querida,
de Mayo elevando su noble estandarte.
III
El monstruo de la guerra, que todo lo destroza,
talaba nuestros campos con bárbaro furor,
y al cielo de la patria la noche tenebrosa
tendió su manto negro de fúnebre color.
Del trueno el estampido terrible resonaba
mezclado con los gritos y estrépito marcial;
en tanto que la tierra teñida se miraba
por lagos y raudales de sangre fraternal.
Mil ayes dolorosos de víctimas heridas
del crimen en las aras, rendidas sin piedad,
unidos al estruendo de luchas fratricidas
sonaban cual rugido de fuerte tempestad.
¡Recuerdos dolorosos, querida patria mía!
tu seno desgarraban tus hijos con baldón;
y en tomo de tu frente la luz resplandecía
cual roja cabellera del bélico cañón.
Mas hoy en tu horizonte sin nubes aterrantes
desplega sólo el alba su túnica de rosa ;
y el cielo se colora con ráfagas radiantes
de luz, que desvanecen la brisa nebulosa.
Hoy sólo mil acentos de gozo resonando,
saludan entusiasta, con plácido fervor,
al héroe que aguerrido su espada levantando
juró romper tus grillos, venciendo al opresor.
Hoy solo, enardecida de gozo y patriotismo,
saluda al gran Urquiza la tierna juventud;
porque salvó la Patria del borde de un abismo
y sus ilustres hechos merecen gratitud.
Por él van progresando los pueblos argentinos
felices al amparo de la Constitución,
las leyes desplegando su pabellón divino
conservan a su sombra del Plata la nación.
¡Loor al gran guerrero que tanto combatiera
por la gloriosa causa de paz y libertad!
¡naciones extendidas del Plata en la ribera,
al inmortal Urquiza venid y saludad!
Uruguay, 7 de Agosto de 1855.