Abril canta en mi oído con sus rosas y brisas,
con fresca boca ríen las rosadas auroras,
la primavera esparce su guirnalda de risas...
¿Por qué obstinadamente melancólico lloras?
Cipris ofrece el vino de sus púrpureas viñas,
Leda y el Cisne ensayan el dulce simulacro,
y son rubias manzanas los senos de las niñas
en cuyos labios tiernos palpita el himno sacro.
¡Bien sé yo —dije— cuánto dura la primavera,
comparable a la vida de la pompa ligera
de tules erizados que desvanece el viento!
Yo esperaré a la Esposa que no falta a la cita,
en cuyos labios mora la verdad infinita
que rebusca mi espíritu de eternidad sediento.