Señor, ved nuestras almas, en sus duros encierros
donde no hacen la luz vagas filosofías,
vírgenes arrojadas desnudas a los perros
cuando apenas se encienden las rosas de sus días.
En vano no hemos buscado, por diversos caminos,
la ruta azul que lleva a la ideal Bizancio...
Y hoy vamos hacia el puerto de tus brazos divinos,
pobres de voluntad y exangües de cansancio...
A idolatrías locas nuestro amor ofrendamos,
cuando Placer y Vida creímos infinitos...
Y hoy, a tus pies, aquellos despojos arrojamos,
atados con la cinta de los sueños marchitos.