Al Polo

La nave que deja el puerto, ¿sabe a qué azares se lanza? ¿Conoce el hombre el incierto camino de la esperanza? Del Norte el pálido astro sigue en su rumbo el marino, y el hombre el pálido rastro de la estrella del destino. La nave camina a solas cuando el sol rompe las brumas, entre las azules olas y entre las blancas espumas. Con las pasiones en calma y ante horizontes risueños, despierta a la vida el alma tras los infantiles sueños. La nave deja los climas donde soplan vientos leves, y ve de lejos las cimas de las congeladas nieves. Nuestra juventud declina, cual sol de marchitas lumbres, cuando la edad se avecina hacia las áridas cumbres. Y siempre obstáculos halla nuestro infatigable anhelo, como esa nave que encalla en los témpanos de hielo. Nuestro espíritu angustiado nublan las dudas tan sólo, como a ese buque han nublado las largas noches del polo. Las ilusiones amadas, las esperanzas altivas huyen, como esas bandadas de las aves fugitivas. No es fin de nuestros desmayos dar breve tregua a los males; no anuncian del sol los rayos las auroras boreales. Como esa barca remotas playas ignoradas busca, afán de cosas ignotas nuestro pensamiento ofusca. Hasta que la edad arranca del alma la ilusión bella, y, como al buque, en la banca de lo imposible la estrella. Rompióse la nave fuerte y entre las corrientes vaga; así en el mar de la suerte nuestra existencia naufraga. Y en tanto, ignorado y solo, cubierto en perpetuo invierno, se oculta lejano el polo inexplorado y eterno.

Collection: 
1856

More from Poet

  • «-¿Quién eres tú que, en la apartada cumbre, coronada de nieblas, huyes de la azorada muchedumbre y con tus sueños tu desierto pueblas? -Ven.» Sobre el ígneo coche de rápidos, flamígeros corceles crucé con él las sombras de la noche, y surcamos los ámbitos profundos del no medido espacio, a...

  • Comenzaba el otoño. El sol caía como broquel de fuego tras la espalda del áspera montaña. Una alquería blanca, del cerro en la aromosa falda, era mi albergue, que ceñían en torno un huerto al pie y dos parras por guirnalda. Los que engendró en la fiebre del bochorno agrios frutos la tierra, eran...

  • A orillas del ancho río se levanta un árbol muerto, que arraiga en húmeda tierra y alza los brazos al cielo. ¿Para qué pasan las aguas su pie nudoso lamiendo? ¿Para qué las tibias brisas de abril le prodigan besos? ¿Para qué en las ramas secas detiene el pájaro el vuelo? Ni henchirá el tronco la...

  • Como naves ancladas del ancho puerto en el seguro asilo cuando en el mar la tempestad arrecia, en tu golfo tranquilo duermen las islas Jónicas, oh Grecia. Cual cisne de albas plumas sobre el azul del lago, coronada de brumas, Chío levanta su contorno vago, del mar entre las cándidas espumas....

  • ¡De Ovidio los dulces versos qué tristes lecciones guardan! Cuando la tarde las sombras prolonga de las montañas, yo, al pie de los viejos olmos que el arroyo copia y baña, leí de Orfeo y de Eurídice, meditabundo la fábula. Al hondo averno desciende el bello cantor de Tracia, diciendo al son de...