A Xavier Valcarce

Valcarce, dulce amigo, si tuviera la voz que tuve antaño, cantaría el intermedio de tu primavera —porque aprendiz he sido de ruiseñor un día—, y el rumor de tu huerto-entre las flores el agua oculta corre, pasa y suena por acequias, regatos y atanores—, y el inquieto bullir de tu colmena, y esa doliente juventud que tiene ardores de faunalías, y que pisando viene la huella a mis sandalias. Mas hoy... ¿Será porque el enigma grave me tentó en la desierta galería, y abrí con una diminuta llave el ventanal del fondo que da a la mar sombría? ¿Será porque se ha ido quien asentó mis pasos en la tierra, y en este nuevo ejido sin rubia mies, la soledad me aterra? No sé, Valcarce, mas cantar no puedo: se ha dormido la voz en mi garganta, y tiene el corazón un salmo quedo. Ya sólo reza el corazón, no canta. Mas hoy, Valcarce, como un fraile viejo puedo hacer confesión, que es dar consejo. En este día claro, en que descansa tu carne de quimeras y amoríos —así en amplio silencio se remansa el agua bullidora de los ríos—, no guardes en tu cofre la galana veste dominical, el limpio traje, para llenar de lágrimas mañana la mustia seda y el marchito encaje, sino viste, Valcarce, dulce amigo, gala de fiesta para andar contigo. Y cíñete la espada rutilante, y lleva tu armadura, el peto de diamante debajo de la blanca vestidura. ¡Quién sabe! Acaso tu domingo sea la jornada guerrera y laboriosa, el día del Señor que no reposa, el claro día en que el Señor pelea.

Collection: 
1895

More from Poet

  • Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!... ¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero... - La tarde cayendo está-. "En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día: ya no siento el...

  • Yo escucho los cantos de viejas cadencias, que los niños cantan cuando en coro juegan, y vierten en coro sus almas que sueñan, cual vierten sus aguas las fuentes de piedra: con monotonías de risas eternas, que no son alegres, con lágrimas viejas, que no son amargas y dicen tristezas, tristezas...

  • Y podrás conocerte recordando del pasado soñar los turbios lienzos, en este día triste en que caminas con los ojos abiertos. De toda la memoria, sólo vale el don preclaro de evocar los sueños.

  • Y nada importa ya que el vino de oro rebose de tu copa cristalina, o el agrio zumo enturbie el puro vaso... Tú sabes las secretas galerías del alma, los caminos de los sueños, y la tarde tranquila donde van a morir... Allí te aguardan las hadas silenciosas de la vida, y hacia un jardín de eterna...

  • ¿Y ha de morir contigo el mundo mago donde guarda el recuerdo los hálitos más puros de la vida, la blanca sombra del amor primero, la voz que fue a tu corazón, la mano que tú querías retener en sueños, y todos los amores que llegaron al alma, al hondo cielo? ¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo...