A un plátano

A la muerte mirándote vecino,
lleno de dolorosa simpatía,
comparo con el tuyo mi destino;
y aunque de ti doliéndome, imagino
menos triste tu suerte que la mía.
Pues consuela tu vida moribunda
la tierna prole que tu seca planta,
numerosa y bellísima, circunda,
y llena ya de tu virtud fecunda,
presurosa a tu sombra se levanta.
Contento de la savia te despojas
que beben ellos, y la vida pierdes
con menores tormentos y congojas,
cuando tus rotas y marchitas hojas
dejas caer sobre sus hojas verdes.
Cercado en torno de sus hijos bellos,
tú me recuerdas a doliente anciano
que, amoroso inclinándose sobre ellos,
al oro de sus nítidos cabellos
junta la plata del cabello cano.
Él dará con más plácido semblante
sus últimos adioses a la vida,
pues siempre alivia tan crüel instante
el ver que queda en sucesión amante
nuestra vida fugaz reproducida.
Mas ¡ay! no espera mi vejez temprana
en dulces hijos existir segundo;
¡y sin dejar recuerdo en mente humana,
cual humo leve, como sombra vana,
habré pasado por el ancho mundo!
¿De qué mortal sobre la losa fría
el fiel Amor o la Amistad no llora?
¡Mas ¡ay! tan sólo regarán la mía
el llanto helado de la Noche umbría
y las lágrimas puras de la Aurora!

(1867)

Collection: 
1855

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