A un amigo

Como en la soledad de su conciencia
retirado mortal habla consigo,
así mi vida sin disfraz te digo
y te muestro hasta el fondo el corazón:
y el tuyo me descubres, y engolfados
en ese blando platicar estrecho
que cual cristal nos transparenta el pecho,
horas y días cual instantes son.
La ausencia, tumba de menor afecto,
los ciegos cambios de la Suerte impía
y la mano del Tiempo, desafía
una amistad tan verdadera y fiel;
y cuando intente con su aguda espada
nudo romper tan enlazado y fuerte,
verá con ira la sedienta Muerte
sus duros filos embotarse en él.
¿Qué es para el alma, que al unirse a otra alma
del raudo tiempo el suceder olvida,
qué es la más lenta dilatada vida
sino un instante que pasará ya?
En mí tú sientes, como en ti yo siento,
que, a pesar de la Muerte y su crudeza,
la amistad nuestra que en el mundo empieza
en el cielo por siempre durará.
Me verá lamparilla vigilante
altas verdades indagar contigo,
y un libro ser nuestro tercer amigo
que más estreche nuestro lazo aún.
Yo al arte consagrado, tú a la ciencia,
siguiendo cada cual su propio instinto,
aspiraremos a laurel distinto,
mas con esfuerzo idéntico y común.
Mas no sólo del ansia de la gloria
en nuestros pechos arderá la llama
para que así los labios de la Fama
altos loores sin cesar nos den:
gloria ansiaremos para que esta gloria
también la gloria del Perú acreciente,
siendo siempre nuestra ansia más ardiente
de nuestra patria el esplendor y el bien.
¡Ah! ¡mil veces nosotros venturosos,
si por nuestra obra grande y bienhechora
lucir la patria la risueña aurora
viera de glorioso porvenir!
¡Mas felices aún, si siempre juntos,
así ganando la mayor corona,
como un tiempo La-Rosa y Taramona,
por la patria lográramos morir!
¡Y juntos nuestros restos guardaría
un sólo monumento que, cual ara
de amistad y de gloria, visitara
religiosa la fiel posteridad!
Y oyeran nuestras sombras consoladas
decir con pío reverente labio:
«¡Héroes amigos! ¡oh poeta! ¡oh sabio!
De la Patria los votos aceptad!»

Collection: 
1855

More from Poet

Cuando doblen las campanas,
no preguntes quien, murió:
quien, de tus brazos distante,
¿quién puede ser sino yo?

Harto tiempo, bellísima ingrata,
sin deberte ni en sombra favores,
padecí tus crüeles rigores
y lloré como débil mujer;
ya me rinde el...

I

Iba la más oscura taciturna
y triste Hora nocturna
moviendo el tardo soñoliento vuelo
por el dormido cielo,
cuando, dejando mi alma
en brazos del hermano de la Muerte
a su cansado compañero inerte,
libre de su cadena,
voló a su patria...

¡Oh ciudad silenciosa de los muertos!
En ti se apaga el huracán humano,
cual muere al pie de las tranquilos puertos
el estruendo y furor del océano.
Tú el sólo asilo de los hombres eres
donde olviden del hado los rigores,
sus ansias, sus dolores, sus placeres...

Áridos cerros que ni el musgo viste,
cumbres que parecéis a la mirada
altas olas de mar petrificada,
¡cuánto me halaga vuestro aspecto triste!

¡Cuánto descansa el ánimo angustiado
en contemplaros, al fulgor sombrío
de un cielo oscuro, nebuloso y frío,
...

No os asombréis tanto, no,
si en la templanza que muestro
tan otro de mí soy yo;
un sueño ha sido el maestro
que tal cambio me enseñó.
Temo, fiel a su lección,
que, cuando más la altivez
levante mi corazón,
me he de encontrar otra vez
en mi...