Son tus ojos dos estrellas
que derraman luz y amores
celestial;
y luces entre las bellas,
como el lirio entre las flores
virginal.
Tú, la más linda en la danza,
tú, la de más gentileza,
más primor;
y puestas en la balanza
mil bellezas, tú belleza
la mejor.
Feliz aquel que se abrace
en la lumbre de tus ojos
seductores;
feliz quien su vida pase
en tributarte de hinojos
su amores;
y por ti viva gimiendo,
por ti viva suspirando,
por ti muera;
aunque se fuere volviendo
un sueño el bien que, soñando,
de ti espera:
que no han de ser duras penas
las que por ti en los amores
le vendrán,
y del amor las cadenas
pesadas no, mas de flores
le serán.
Dichoso quien de tu boca
suspire por solo un beso
de ambrosía,
y en la ilusión que él evoca,
sea tu sombra su embeleso,
noche y día.
Y de la noche a la aurora
de un alba a la otra, soñando,
crea cierto
que de hinojos te enamora,
y entre un sí y un no, temblando,
dude incierto:
que esa angustia que le prensa,
esa profunda zozobra
que le abisma,
tiene en sí su recompensa:
el dulce placer que cobra
de sí misma...
¡Oh, quien goce de tu amado
labio las sonrisas llenas
de consuelo,
podrá decir que ha gozado
en este valle de penas
todo un cielo!
Y aquel feliz que obtuviera
un beso en prenda inefable
de tu amor,
¡vive Dios! que no dijera
que la vida es yermo horrible
de dolor.