«Es tal mi tristeza
y melancolía,
la afición al llanto
en mí es tan nacida,
que, aunque he padecido
mil penas prolijas,
padecer quisiera
aún mas todavía:
trabajos de aquellos
que al mundo lastiman,
extrañas miserias,
grandes, inauditas,
por que se emplease
la tristeza mía,
que objeto hoy no tiene
bastante, en sentirlas,
y estarlas llorando
de noche y de día:
a Orestes, a Edipo,
a Job tengo envidia,
al famoso Hebreo
que siempre camina,
y a cuantos pasaron
tremendas desdichas:
y, así como algunos
al laurel aspiran
entre los guerreros
que el clarín publica
de la Fama, y otros
entre los artistas,
o entre los que pulsan
melodiosa lira;
así yo deseo
con ansia encendida,
merecer la gloria
y alta nombradía
del más desgraciado
varón cuyas cuitas
relatan historias
modernas y antiguas
«Bien sé que es locura
esta conocida,
ni dudo que a muchos
parezca mentira;
mas no está en mi mano,
y es vana porfía
querer que se cambie
mi condición misma:
porque siempre extraña
me fue la alegría,
ni a mi alma se amolda
como su enemiga;
triste por esencia,
cual nuestra raza india,
soy; todo lo alegre
me cansa y hastía,
y solo en lo triste
hallo mis delicias.»
Esto muchas veces
Lauro me decía,
el hombre más triste
que traté en mi vida,
en quien la tristeza
pasaba a manía,
y aun era corpórea
dolencia prolija,
que en su abril lozano
sepultó sus días.
(1858)