• Si yo jamás hubiera salido de mi villa,
    con una santa esposa tendría refrigerio
    de conocer el mundo por un solo hemisferio.

    Tendría, entre corceles y aperos de labranza
    a Ella, como octava bienaventuranza.

    Quizá tuviera dos hijos, y los tendría
    Sin un remordimiento ni una cobardía.
    Quizá serían huérfanos, y cuidándolos yo,
    el niño iría...