Amor, devora el alma de tu esclavo,
devórala en un día;
o deja que mi pecho candoroso
en torrentes se exhale de armonía.
Ya no tiemblo, no tiemblo... el Dios que inspira
al genio creador es quien me inflama;
Él dio temple a las cuerdas de mi lira,
Él raudales de voz en mí derrama.
No es más grata la fuente en el desierto,
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