• ¡Oh cuanto triste venturoso día,
    que en mi memoria sin cesar contemplo,
    cuando en tu estancia convertida en templo,
    enfrente de tu lecho de agonía,
    alzamos, madre, el ara
    donde al eterno Padre el Sacerdote
    la víctima inmortal sacrificara!
    Présaga, oh madre, de tu fin vecino,
    y absuelta ya por la sagrada diestra
    dispensadora del perdón...