Tú vives, cara hermana, todavía,
y el desgraciado huérfano que vaga
por lejanas regiones, desconfía
si hay quien lamente su fortuna aciaga.
Respiras, Soledad, y la alegría
ni un solo instante el corazón halaga.
¡Ay! Sí, vives, y me amas; mas los mares...