• Llegué a confundirme con ella,
    tanto ...! Por sus recodos
    espirituales, yo me iba
    jugando entre tiernos fresales,
    entre sus griegas manos matinales.

    Ella me acomodaba después los lazos negros
    y bohemios de la corbata. Y yo
    volvía a ver la piedra
    absorta, desairados los bancos, y el reloj
    que nos iba envolviendo en su carrete,...

  • Esta tarde llueve como nunca; y no
    tengo ganas de vivir, corazón.

    Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser?
    Viste gracia y pena; viste de mujer.

    Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
    las cavernas crueles de mi ingratitud;
    mi bloque de hielo sobre su amapola,
    más fuerte que su “No seas así!”

    Mis violentas flores negras; y...

  • Voluntario de España, miliciano
    de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
    cuando marcha a matar con su agonía
    mundial, no sé verdaderamente
    qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
    lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
    a mi pecho que acabe, al que bien, que venga,
    y quiero desgraciarme;
    descúbrome la frente impersonal...

  • Fulge mi cigarrillo;
    su luz se limpia en pólvoras de alerta.
    Y a su guiño amarillo
    entona un pastorcillo
    el tamarindo de su sombra muerta.

    Ahoga en una enérgica negrura,
    el caserón entero
    la mustia distinción de su blancura.
    Pena un frágil aroma de aguacero.

    Están todas las puertas muy ancianas,
    y se hastía en su habano...

  • Yo soy el coraquenque ciego
    que mira por la lente de una llaga,
    y que atado está al Globo,
    como a un huaco estupendo que girara.

    Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza
    la necedad hostil a trasquilar
    volutas de clarín,
    volutas de clarín brillantes de asco
    y bronceadas de un viejo yaraví.

    Soy el pichón de cóndor desplumado
    por...

  • Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
    de junco y capulí;
    ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita
    la sangre, como flojo cognac, dentro de mí.

    Dónde estarán sus manos que en actitud contrita
    planchaban en las tardes blancuras por venir;
    ahora, en esta lluvia que me quita
    las ganas de vivir.

    Qué será de su falda de franela; de...

  • ¡Ahí pasa! ¡Llamadla! ¡Es su costado!
    ¡Ahí pasa la muerte por Irún:
    sus pasos de acordeón, su palabrota,
    su metro del tejido que te dije,
    su gramo de aquel peso que he callado ¡si son ellos!

    ¡Llamadla! Daos prisa! Va buscándome en los rifles,
    como que sabe bien dónde la venzo,
    cuál es mi maña grande, mis leyes especiosas, mis códigos terribles....

  • Señor! Estabas tras los cristales
    humano y triste de atardecer;
    y cuál lloraba tus funerales
    esa mujer!

    Sus ojos eran el jueves santo,
    dos negros granos de amarga luz!
    Con duras gotas de sangre y llanto
    clavó tu cruz!

    Impía! Desde que tú partiste,
    Señor, no ha ido nunca al Jordán,
    en rojas aguas...

  • ¡Cae agua de revólveres lavados!
    Precisamente,
    es la gracia metálica del agua,
    en la tarde nocturna en Aragón,
    no obstante las construídas yerbas,
    las legumbres ardientes, las plantas industriales.

    Precisamente,
    es la rama serena de la química,
    la rama de explosivos en un pelo,
    la rama de automóviles en frecuencia y adioses.

    Así...

  • Es una araña enorme que ya no anda;
    una araña incolora, cuyo cuerpo,
    una cabeza y un abdomen, sangra.

    Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo
    hacia todos los flancos
    sus pies innumerables alargaba.
    Y he pensado en sus ojos invisibles,
    los pilotos fatales de la araña.

    Es una araña que temblaba fija
    en un filo de piedra;
    el...