• Estatua alegórica según el gusto del Renacimiento
    A Ernest Christophe, Estatuario.

    Contemplemos este tesoro de gracias florentinas;
    En la ondulación de este cuerpo musculoso
    La Elegancia y la Fuerza abundan, hermanas Divinas.
    Esta mujer, trozo verdaderamente milagroso,
    Divinamente robusta, adorablemente delgada,
    Está hecha para reinar...

  • ¡La música frecuentemente me coge como un mar!
    Hacia mi pálida estrella,
    Bajo un techado de brumas o en la vastedad etérea,
    Yo me hago a la vela;

    El pecho saliente y los pulmones hinchados
    Como velamen,
    Yo trepo al lomo de las olas amontonadas
    Que la noche me vela;

    Siento vibrar en mí todas las pasiones
    De un navío que sufre;
    El...

  • Yo soy la pipa de un autor;
    Se comprueba, al contemplar mi rostro
    De abisinio o de cafre,
    Que mi dueño es un gran fumador.

    Cuando está colmado de dolor,
    Yo humeo como la casucha
    Donde se prepara la comida
    Para el regreso del labrador.

    Yo envuelvo y arrullo su alma
    En la red móvil y azul
    Que asciende de mi boca encendida,

    Y...

  • ¡Cuan hermoso es el sol cuando fresco se levanta,
    Como una explosión dándonos su buendía!
    —¡Dichoso aquél que puede con amor
    Saludar su ocaso más glorioso que un ensueño!

    ¡Yo lo recuerdo!... Lo vi todo, flor, fuente, surco;
    Desfallecer bajo su mirada como corazón que palpita...
    —¡Acudamos hacia el horizonte, ya es tarde, corramos pronto,
    Para alcanzar...

  • ¡Cómo me agrada ver, querida indolente,
    De tu cuerpo tan bello,
    Como una estofa vacilante,
    Reverberar la piel!

    Sobre tu cabellera profunda,
    De acres perfumes,
    Mar oloroso y vagabundo
    De olas azules y sombrías,

    Cual un navío que se despierta
    Al viento matutino,
    Mi alma soñadora apareja
    Para un horizonte lejano.

    Tus ojos...

  • Cuando llegaba yo al extremo del arrabal, a los destellos del gas sentí que un brazo se escurría suavemente por debajo del mío, y oí una voz que al oído me decía:

    -Es usted médico, ¿verdad?

    Miré; era una chica alta, robusta, de ojos muy abiertos, con ligero afeite; sus cabellos flotaban al viento, como las cintas de su gorra.

    -No, no soy médico. Déjeme pasar.

    -Sí....

  • Un gacetillero filántropo me dice que la soledad es mala para el hombre; y en apoyo de su tesis cita, como todos los incrédulos, palabras de los padres de la Iglesia.

    Sé que el Demonio frecuenta gustoso los lugares áridos, y que el espíritu del asesinato y de la lubricidad se inflama maravillosamente en las soledades. Pero sería posible que esta soledad sólo fuese peligrosa para el alma...

  • Mi amada locuela me invitaba a comer, y por la ventana abierta del comedor iba yo contemplando las movedizas arquitecturas que Dios hace con los vapores, las construcciones maravillosas de lo impalpable. Y me decía, a través de mi contemplación: «Todas esas fantasmagorías son casi tan bellas como los ojos de mi hermosa amada, la locuela monstruosa de ojos verdes.»

    De pronto, sentí una...

  • Yo he vivido largo tiempo bajo amplios pórticos
    Que los soles marinos teñían con mil fuegos,
    Y que sus grandes pilares, erectos y majestuosos,
    Hacían que en la noche, parecieran grutas basálticas.

    Las olas, arrollando las imágenes de los cielos,
    Mezclaban de manera solemne y mística
    Los omnipotentes acordes de su rica música
    A los colores del poniente...

  • Mi cuna se adosaba a la biblioteca,
    Babel sombría, donde novela, ciencia, romance,
    Todo, la ceniza latina y el polvo griego,
    Se mezclaban. Yo era alto como un infolio.
    Dos voces me hablaban. La una, insidiosa y firme,
    Decía: "La Tierra es un pastel colmado de dulzura;
    Yo puedo (¡Y tu placer entonces no tendrá término!)
    Procurarte un apetito de igual...