Pan recobró su otoñal caramillo
y hace vibrar la dorada floresta
y es en un claro del bosque amarillo
danza rosada de ninfas en fiesta.

Sombras desnudas temblando en la brisa
siempre más fina, más suave, más leve,
mientras el agua la imagen precisa
de...

Vaga el olor por la antigua vereda,
donde marmóreo Sileno retoza,
del dieciochesco vestido de seda
en la ducal y dorada carroza.

Erán Trianón y la Arcadia —artificio
que hizo más suaves las ásperas horas—
el pastorial y bucólico vicio
de las divinas...

Erraba por la orilla del malecón desierto,
interpretando el ritmo de la onda bulliciosa.
Las brisas matinales aromaban el puerto,
el alba despeinaba su cabellera rosa.

Y, al rumor apagado de la ronca sonata,
sentí una sangre nueva circular por mis venas,
...

Cálido estío de tus grandes ojos.
Negras flores, en selvas encantadas,
que abre la reina de los claros ojos,
el alba de las manos sonrosadas.

Lámpara astral de tus miradas puras.
Pálida luz de sol convaleciente
que cuida, bajo sus dos alas puras,
un...

Bailas: grácil y fino, sobre la alfombra,
tu cuerpo adolescente rápido rueda;
y el alma siente anhelos de ser tu sombra
para morir besando tu pie de seda.

Lo rojo de tu veste la muerte incita
y el beso que en tus labios suspenso queda
roba el aire oloroso que...

A don Remigio Crespo Toral,
en su coronación

Desde la ebúrnea torre donde, como el latino
artífice, cincelo mi verso diamantino
—miel para la famélica jauría—,
pongo mi lira acorde al melodioso...

Se va con algo mío la tarde que se aleja;
mi dolor de vivir es un dolor de amar;
y al son de la garúa, en la antigua calleja,
me invade un infinito deseo de llorar.

Que son cosas de niño, me dices; quién me diera
tener una perenne inconsciencia infantil;
ser...

Es el bardo que dijo en romance galano
la legendaria historia del paladín audaz
que a las moriscas gentes abatió con su mano
que fue timbre y orgullo del valor castellano,
que de vencer a un mundo, se dijera capaz.

El que al pie de la reja de tu ventana gótica....

Dime —¿qué filtro da tu boca
en su divino beso cruento,
que hace vibrar mi carne loca
como a la débil hoja el viento?

¿Con qué fórmula cabalística
mis penas rindes dulcemente,
cual la celeste Rosa Mística
hace inclinar a la serpiente?

Di —¿dónde...

¡De nuevo son las rosas de Octubre, Otoño mío...!
Han escondido el sol en una cueva obscura...
y los pálidos dedos del inmortal Hastío
estrujan –rosa seca– mi pasada ventura.

¡Lacerante recuerdo de la extinta dulzura
que torna vanamente al corazón vacío...!
...