Sólo la voz de mis gemidos suena
madre del corazón, en la morada
ayer no más de tu presencia llena,
y hoy sola y taciturna y enlutada.
Ayer no más la henchía de contento
el son más regalado a nuestro oído
la música divina de tu acento
por cuatro corazones repetido.
Ayer no más de tu ¡mansión doliente
las estancias desiertas y calladas...