• Te invito desde el destierro.
    Sin despecho, sin rencores.
    En este risueño encierro,
    hospital de mis dolores,
    estoy cantando el entierro
    de nuestros muertos amores.

    ¡Prevista estaba la suerte!
    Inquietos y casquivanos,
    y puestos entre tus manos,
    murieron de mala muerte,
    que no hay cosa menos fuerte
    que unos amores livianos.

    ...