• En un tiempo envidié la suerte ajena,
    juzgándome yo solo desdichado;
    mas sé que a todos a gemir condena
    la inexorable voluntad del hado:
    arrastra cada cual de la cadena
    que envuelve y aprisiona lo creado
    un eslabón, y por diversos modos,
    todos padecen y suspiran todos.
    ¿Quién conoció jamás un venturoso?
    Es máscara la dicha solamente;
    ...