• Huye la dorada puerta
    de una existencia que ignoras,
    que en este Edén que ya adoras,
    no entre lirios se despierta.
    Si en tu cándido delirio
    te place nuestra existencia,
    nunca sepa tu inocencia
    que esta vida es... el martirio.

  • ¡Si yo tuviera aliento como el águila
    que se remonta a la región azul,
    me elevaría a la mansión espléndida
    donde se sienta el Padre de la luz!

    Y postrado a sus pies como los ángeles
    que bendicen su altísima bondad,
    le pidiera la música del céfiro
    y el murmullo pacífico del mar;

    le pidiera la voz dulce y monótona
    del viento en la desierta...