• El recio astur, que se reputa
    Claro y puro y tenaz como un diamante;
    Y ella una montañesa, -diminuta
    Como todo primor-, suelta y picante.

    Y en una quiebra, convertida en huerto,
    Habitan, por azares, un casucho,
    Con un mozo andaluz, guapo, despierto,
    Y en corromper a las labriegas ducho.

    El marido es feliz. Tiene por Norte
    El propio...

  • ¡Oh paz agreste! ¡Cuánto
    a quien se acoge a ti brindas provecho!
    ¡Con qué divino encanto
    llenas de olvido el pecho
    ¡ay! A torturas y a furores hecho!

    De la cándida oveja
    Que a sombra trisca en hondonada bruna,
    O la cabra bermeja
    Que asoma en alta duna
    Su hocico rojo de carmín de tuna,

    Ubre sana y henchida
    Regala el apetito,...

  • ¡Oh tú la de crin rubia, luenga y rizada,
    que caída en torrente barre las losas,
    y que volando incita las mariposas,
    porque así luce aspecto de llamarada!

    Linajuda Regina que, por taimada,
    finges al viejo duque modelo a esposas,
    y de sus canas dices honestas cosas,
    más dignas de la espuma de una cascada.

    Ven y place al que tiene la voz dorada...

  • I

    La joven madre perdió a su hijo,
    se ha vuelto loca y está en su lecho,
    eleva un brazo, descubre un pecho,
    suma las líneas de un enredijo.

    El dedo en alto y el ojo fijo,
    cuenta las curvas de adorno al techo;
    y muestra un rubro pezón, derecho
    como un espasmo y ardor de rijo.

    En la vidriera cortina rala
    tensa y purpúrea cierne...

  • Con hermana y cuñado veranea
    En quinta señoril, sobre un ribazo,
    Asiento y gracia de salubre aldea.
    Y no para en el rústico regazo;
    Y es como una paloma que aletea
    Por eludir o quebrantar un lazo.

    ¡Un amor doloroso e inconfeso
    que le punza la sien como una espina,
    y que le sella el labio como un beso;
    y que no es como un fruto que se...

  • La vi tendida de espaldas
    entre púrpura revuelta.
    Estaba toda desnuda,
    aspirando humo de esencias
    en largo tubo, escarchado
    de diamantes y de perlas.

    Sobre la siniestra mano
    apoyada la cabeza;
    y como un ojo de tigre,
    un ópalo daba en ella
    vislumbres de fuego y sangre
    el oro de su ancha trenza.

    Tenía un pie sobre el otro...

  • Una flor por el suelo,
    un cielo de hojas empapado en lloro
    y encima de ese cielo, el otro cielo
    lleno de luna y de brillantes y oro...
    Un arroyo que el aura acariciaba;
    un banco... sobre el banco
    así, como quien flota, se sentaba;
    y vestida de blanco,
    bella como un arcángel, me esperaba.
    Aún flotan en mis noches de desvelo
    con la luz...

  • A M...[1]

    Tu traición justifica mi falsía
    aunque lo niegues con tu voz de arrullo;
    mi amor era muy grande, pero había
    algo más grande que mi amor, mi orgullo.

    Calla, pues. Ocultemos nuestro duelo,
    la queja es infecunda y nada alcanza;
    agonicemos contemplando el cielo
    ya...

  • Para endulzar un poco tus desvíos
    fijas en mí tu angelical mirada
    y hundes tus dedos pálidos y fríos
    en mi oscura melena alborotada.

    ¡Pero en vano, mujer! No me consuelas.
    Estamos separados por un mundo.
    ¿Por qué, si eres la nieve, no me hielas?
    ¿Por qué, si soy el fuego, no te fundo?

    Tu mano espiritual y transparente,
    cuando acaricia mi...

  • ¡Clava en mí tu pupila centellante
    en donde el toque de la luz impresa
    brilla como una chispa de diamante
    engastada en una húmeda turquesa!

    ¡Tal fulgura una perla de rocío
    en el esmalte azul de una corola!
    ¡Tal radia en el crepúsculo sombrío
    la estrella del amor, pálida y sola!

    Deja que ruede libre tu cabello
    como la linfa que desborda...