• Ella, la que acompaña
    siempre mi soledad, subió conmigo
    una tarde de abril a la montaña,
    y, junto al bosque amigo
    de los antiguos robles corpulentos,
    entrambos sin testigo,
    con débiles acentos,
    dimos nuestros coloquios a los vientos.

    YO
    ¡Cómo al cálido beso
    del sol, la tierra toda estremecida
    palpita y siente el corazón opreso...

  • (...) Dulcísima porción del pecho mío,
    Erífile divina y amorosa,
    agosta el sol las flores, y aun no veo
    flotar allá en la cumbre deliciosa
    donde nace el sonoro y claro río
    tu leve vestidura cual deseo.
    ¡Ay! Ninfa, según creo
    te empeña en su carrera
    la cierva más ligera
    que habita de estos sitios la frescura,
    ven aquí a disfrutar del...