• Fanciullo era un admirable bufón, casi un amigo del príncipe. Mas, para las personas consagradas a lo cómico por profesión, lo serio tiene atractivos fatales, y por raro que pueda parecer que las ideas de patria y de libertad se apoderen despóticamente del cerebro de un histrión, un día Fanciullo tomó parte en cierta conspiración tramada por algunos señores descontentos.

    En todas partes...

  • Como bestias meditabundas sobre la arena tumbadas,
    Ellas vuelven sus miradas hacia el horizonte del mar,
    Y sus pies se buscan y sus manos entrelazadas
    Tienen suaves languideces y escalofríos amargos.

    Las unas, corazones gustosos de las largas confidencias,
    En el fondo de bosquecillos donde brotan los arroyos,
    Van deletreando el amor de tímidas infancias...

  • A la pálida claridad de las lámparas mortecinas,
    Sobre profundos cojines impregnados de perfume,
    Hipólita evocaba las caricias intensas
    Que levantaran la cortina de su juvenil candor.

    Ella buscaba, con mirada aún turbada por la tempestad,
    De su ingenuidad el cielo ya lejano,
    Así como un viajero que vuelve la cabeza
    Hacia los horizontes azules...

  • Grandes bosques, me espantáis como catedrales;
    Aulláis como el órgano; y en nuestros corazones malditos,
    Estancias de eterno duelo donde vibran viejos estertores,
    Responden a los ecos de vuestros De profundis.

    ¡Yo te odio, Océano! tus saltos y tus tumultos,
    Mi espíritu en él los recobra. Esta risa amarga
    Del hombre vencido, lleno de sollozos y de insultos,...

  • Yo quiero, para componer castamente mis églogas,
    Acostarme cerca del cielo, como los astrólogos,
    Y vecino de los campanarios, escuchar soñando
    Sus himnos solemnes arrastrados por el viento.
    Las dos manos bajo el mentón, desde lo alto de la bohardilla,

    Yo veré el taller que canta y que charla;
    Las chimeneas, los campanarios, esos mástiles de la cité,
    Y...

  • Tu cabeza, tu gesto, tu aire
    Son hermosos como un bello paisaje;
    La risa juega en tu rostro
    Como una brisa fresca en un cielo claro.

    Al pasajero disgusto que rozas
    Lo diluye la salud
    Que brota cual un destello
    De tus brazos y de tus hombros.

    Los refulgentes colores
    Con que salpicas tus vestidos
    Vuelcan en el espíritu de los poetas...

  • Cuando, los dos ojos cerrados, en una cálida tarde otoñal,
    Yo aspiro el aroma de tu seno ardiente,
    Veo deslizarse riberas dichosas
    Que deslumbran los rayos de un sol monótono;

    Una isla perezosa en que la naturaleza da
    Árboles singulares y frutos sabrosos;
    Hombres cuyo cuerpo es delgado y vigoroso
    Y mujeres cuya mirada por su franqueza sorprende.

    ...
  • ¡Eres un hermoso cielo de otoño, claro y rosado!
    Pero la tristeza en mí sube como el mar,
    Y deja, al refluir, sobre mi labio moroso
    El recuerdo penetrante de su limo amargo.

    —Tu mano se desliza en vano sobre mi pecho que se pasma;
    Lo que ella busca, amiga, es un lugar saqueado
    Por la garra y el diente feroz de la mujer.
    No busques más mi corazón; las...

  • ¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria,
    Qué dirás, corazón mío, corazón otrora marchito,
    A la hermosísima, a la buenísima, a la carísima,
    Cuya divina mirada de pronto te ha reflorecido?

    —Emplearemos nuestro orgullo entonando sus loas,
    Nada vale la dulzura de su autoridad;
    Su carne espiritual tiene el perfume de los Ángeles,
    Y su mirada nos...

  • Cuando tú duermas, mi bella tenebrosa,
    En el fondo de un mausoleo construido en mármol negro,
    Y cuando no tengas por alcoba y morada
    Más que una bóveda lluviosa y una fosa vacía;

    Cuando la piedra, oprimiendo tu pecho miedosa
    Y tus caderas que atemperaba un deleitoso abandono,
    Impida a tu corazón latir y querer,
    Y a tus pies correr su carrera...