• Triste la hermosa Borinquen gemía
    arrastrando la mísera pobreza,
    ella que el don de perenal riqueza
    en sus campos feraces contenía.
    El cielo que amoroso la quería
    no pudo consentir en su terneza
    que sufriese tan bárbara dureza,
    la que el yugo del mal no merecía;
    De Power escuchó la alta plegaria
    (del patriótico amor grato suspiro)
    y...