• ¡Oh! ¡Cómo es grato a veces entre sueños
    ver pasar la fantasma misteriosa,
    en que descubre el alma apasionada
    el rostro del objeto a quien adora;
    y recordar entonces la mirada,
    llena de languidez y de dulzura,
    que dice: «Yo te adoro, ángel del Cielo»,
    y ver correr el llanto de ternura,
    y poderse decir: «Logré un suspiro,
    yo soy sólo...