De Río a Copacabana.
Se dispara sobre impecable asfalto, se agujerea una montaña y se redispara, en herradura, costeando océano y venteándose de marisco.
El mar alinea paralelas blancas con calmos siseos. El cielo está siempre clavado al techo, por sus estrellas; los morros fabrican horizontes de montaña rusa...
Y luna calavereando.
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Río de Janeiro, 1914.