A Núñez de Arce

EN SU CORONACIÓN I Un genio ardiente, un alma vengadora reclama ya la universal conciencia: brilla el cinismo, triunfa la licencia, y la maldad se yergue vanidosa. Falta un genio de voz atronadora que maldiga del mundo y la impudencia, reduzca al ambicioso a la impotencia y arranque tanta máscara traidora. Un genio, sí, de frente inmaculada que convierta su pluma de diamante en látigo de fuego o recia espada; y que ostente en su espíritu radiante de Tácito, la cólera sagrada y el estro airado del terrible Dante. II Ese genio inmortal, esa alma austera sólo puedes ser tú, sublime vate: tú, en cuya estrofa cincelada late noble y augusta la verdad sincera. Tú, cuya inspiración robusta y fiera da al crimen y al error tremendo embate en los valientes Gritos del combate, donde solloza nuestra edad entera. Tú sólo puedes ser el soberano poeta vengador, porque has reunido las virtudes del pueblo castellano, y en tu grandioso canto enardecido suena potente del león hispano el formidable aterrador rugido. III Hoy que el mundo latino te proclama emperador del Arte; hoy que un senado, de noble admiración arrebatado, ciñe a tu frente el lauro de la fama, piensa en la humanidad que sufre y clama, y pon la vista en nuestro pueblo amado que, roto, escarnecido y desgraciado, en ti, varón insigne, espera y ama. ¡Y hace bien, vive Dios!... Ya me parece que estallan furibundos tus acentos! ¡Ya el mal, amedrentado, se estremece! ¡Ya las cuerdas de bronce de tu lira se transforman en látigos sangrientos! ¡Ya miro arder el hierro de tu ira!

Collection: 
1876

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