Nueva primavera

Brote del labio lo que el pecho siente; Rompa su cárcel el interno fuego Que nutrí con amor por tantos días, Y devorando hasta el postrer rastrojo Del seco campo de mi amor perdido, Inflame el pensamiento Con nueva luz, de dichas precursora, Y el mundo del espíritu convierta En realidad radiante de hermosura. ¡Cuánto tiempo pasó, sin que lograsen En el centro del alma resonancia Los himnos del placer y de la vida! Y en la región de sombras encantadas Y de flotantes sueños y quimeras, ¡Cuánta niebla veló la alzada cumbre! ¡Qué brava tempestad tronchó las flores! ¡Cómo enturbiaba su caudal el río! Hoy siento que la vida Llama a mis puertas en alegre coro; Hoy reverdece mi esperanza muerta, Hoy se agolpa en tropel mi hirviente sangre Por un filtro genial vigorizada; Hoy tienen para mí caricias nuevas Las fuentes y las auras y las flores; Hoy despierta mi espíritu abatido, Más fuerte tras el duelo y la derrota, Como retoña secular encina, Cobrando esfuerzo doble Del hierro mismo que mutila el tronco. Dejadme bendecir la mano amiga Que limó mi asperísima cadena; Si aire de libertad de nuevo inunda Mis sedientos pulmones, Si aún puedo levantar la hundida frente, Si aún soy señor de mí, dádiva es suya; Suyo el recio valor que ella me infunde Con la miel de sus labios persuasivos, Y con el blando, irresistible freno De su elocuente y clara inteligencia; Ella me rescató, por ella aliento; Dejadme que la rinda Como triunfal despojo mi albedrío. Nunca amé de esta suerte; ¿y quién negara Admiración y amor a su hermosura? Belleza no de estatua En su divinidad alta y serena, Mármol que extingue en castas desnudeces El más osado impulso del deseo, Sino belleza irresistible, humana, Que no impera tan sólo En las líneas del torso peregrino. Ni se detiene en la gentil cabeza, Ni en los anillos de la forma muere; Halago que traspira De su voz, de sus ojos, de sus venas, De las místicas rayas de su mano Y aun del ambiente mismo en que se mueve. ¡Oh, cuántos años de mi vida diera Por respirar tan encantado aroma, Por vivir de esa luz y de ese fuego! ¡Quién confundiera nuestras vidas juntas Como dos gotas de la misma fuente, Como dos cuerdas de la misma lira! ¡En su cauce orgulloso Cuál resonara el pensamiento mío, Si a acrecentarle con amor bajaran De su espíritu egregio los raudales! ¡Qué mundos se abrirían Ante mis ojos en los ojos suyos! De oro y azul estancias fabulosas, Nunca soñadas de alarife moro, Alcázares de gnomos y de silfos, Escondidos talleres Donde el martillo de los genios suena, Trémulos lagos donde hierve el oro, Y un sol que centuplica sus ardores Sobre el mezquino sol de nuestra esfera, E infunde en nueva tierra y nuevos cielos Una oculta virtud germinativa, De nueva creación producidora. Y a la luz de ese sol yo acertaría A perpetuar tu nombre en mis cantares, Cual hembra castellana Nunca ensalzada fue, como aún respiran Las doctas hijas de la antigua musa, Como en Tibulo, Némesis y Delia, Como en Horacio, la gentil Glicera... ¡Ven a alumbrar mis vigilantes horas, A ser la sal de mi desierta mesa! Te contaré mil fábulas sagradas De amores de los hombres y los dioses, Cuanto tejió la griega fantasía En la serena juventud del mundo, Hasta que al suave y poderoso halago De tanta juventud y tanta vida, Sientas hervir tu sangre generosa Caldeada por la llama del deseo.

Collection: 
1876

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