A la memoria del malogrado poeta dramático Don Luis Eguílaz

Vuelve a mis manos, olvidada lira, Ministra un tiempo de guerrero canto; Hoy de dolor el corazón suspira Y se agolpa a los párpados el llanto. ¿Qué es el hombre en la tierra? Polvo y cieno, Un punto breve en la extensión inmensa, Gota perdida en el profundo seno Del mar azul, entre la niebla densa. Las armas, los trofeos, los blasones, La gloria y el poder y la hermosura, Del monarca triunfante los pendones; Todo cede a tu imperio, muerte dura. Tronos, cetros, alcázares reales, Soberbias torres hasta el cielo erguidas, Cayeron en sus urnas sepulcrales, Como caen las encinas sacudidas. Milicia es nuestra vida en este suelo, Sombra fugaz que pasa arrebatada; Volved los ojos al sereno cielo; La vida es sueño, vanidad y nada. Más ligera que el vuelo de las aves, Y más veloz que el Euro proceloso, Sube la muerte a las ferradas naves, Sigue al jinete en vuelo presuroso. El varón justo y de mancilla exento, Que de Dios al decreto se somete, Parte, al sonar el último momento, Cual sale el convidado de un banquete. ¿Quién ataja a la muerte en su camino Cuando llega a sonar la hora postrera? Si es más inexorable que el destino ¿Quién podrá detenerla en su carrera? Sólo la gloria del artista dura Que la palma triunfal ha merecido, Siendo a despecho de la envidia oscura, En fama claro y libre ya de olvido. Que si de Ilión las torres abrasaba En su furor el ofendido griego, Monumento más alto levantaba De Aquiles al cantor, de Esmirna al ciego. Eternizó de Sófocles la gloria Pintar a Edipo en su dolor infando; Ciñó Eurípides lauro de victoria El triste afán de Andrómaca llorando. ¡Salve llama del genio soberano, Que iluminas la mente del poeta; Que prestas voz y aliento sobrehumano Al que llega a tocar la ansiada meta! El mismo fuego iluminó la frente Del varón cuya pérdida lloramos, Por quien hoy llenos de entusiasmo ardiente Flores sobre una tumba derramamos. ¡Venid, hijos del canto y la armonía, Que amáis el arte y anheláis la gloria; Venid a tributar en este día Lágrimas y dolor a su memoria! Si es el teatro de virtud modelo, Venid a dar un nuevo testimonio, Venid a honrar con lastimero duelo Al autor de La cruz del matrimonio. ¿No veis cuál corre el abrasado lloro, Cómo resuena el lúgubre lamento? Responda vuestro cántico sonoro, Cual arpa eolia herida por el viento. Tomad la triste y fúnebre corona Con que a su hermano coronó Catulo; La cítara del vate de Sulmona Cuando lloró la muerte de Tibulo; Y bañados en llanto nuestros ojos Sobre el sepulcro esparciremos flores, Y en la losa que cubre sus despojos Grabaremos sus ínclitos loores: «Pintó mujer más fuerte y virtuosa Que Andrómaca, que Antígona y Alceste; Su sagrada ceniza aquí reposa; Voló su alma a la mansión celeste.»

Collection: 
1876

More from Poet

Cien veces los miré, mas nunca supe Cuál era su color; fijos los míos En su lumbre, contentos se anegaban, Y al parecer veïan; Pero el alma sedienta penetraba, A través de las formas veladoras, En busca del recóndito sentido, Como busca el teósofo, Signada en piedras, plantas y metales, La...

Si dura ley, señora, Impide que mi voz presente y viva, O encadenada en letra mensajera, Amante vuele a acariciar tu oído, ¿Consentirás al menos Que el ritmo vago, como el aire libre, Indomeñable, etéreo, Que ni montes ni alcázares detienen Y halaga y duerme al velador tirano, Y nada dice y lo...

Erré, cándido Gino, largo tiempo, Y grandemente erré. Mísera y vana Juzgué la vida; insulsa más que todas Esta presente edad. Intolerable Fue y pareció mi lengua a la dichosa Prole mortal, si es que mortal se puede Llamar el hombre. Entre desdén y asombro, Del Edén odorífero en que habita, Rió...

Brote del labio lo que el pecho siente; Rompa su cárcel el interno fuego Que nutrí con amor por tantos días, Y devorando hasta el postrer rastrojo Del seco campo de mi amor perdido, Inflame el pensamiento Con nueva luz, de dichas precursora, Y el mundo del espíritu convierta En realidad radiante...

Puso Dios en mis cántabras montañas Auras de libertad, tocas de nieve, Y la vena del hierro en sus entrañas. Tejió del roble de la adusta sierra Y no del frágil mirto su corona; Que ni falerna vid ni ático olivo, Ni siciliana mies ornan sus campos, Ni allí rebosan las colmadas trojes, Ni rueda...