Hoy recibí tu carta. La he leído /
con asombro, pues dices que regresas,
y aún de la sorpresa no he salido...
¡Hace tanto que vivo sin sorpresas!
« Que por fin vas a verme .... que tan larga
fué la separación ...> Te lo aconsejo,
no vengas, sufrirías una amarga
desilusión: me encontrarías viejo.
Y como un viejo, ahora, me he llamado
a quietud, y a excepción —¡siempre el pasado! —
de uno que otro recuerdo que en la frente
me pone alguna arruga de tristeza
no me puedo quejar: tranquilamente
fumo mi pipa y bebo mi cerveza.