Tu voz profética

¡Ay de Dios, que tu palabra
me tiene embrujada
el alma!
Mi lírica adolescencia
Y tu existencia
Gitana
Se dicen en la ventana
Cosas
De amor y buenaventura
En estas noches lluviosas

Juran por Cristo, venerables dueñas,
De quien llora en el vientre de la madre
Conoce del futuro; tú gemiste
Antes de que nacieras, y por eso
Tus artes de gitana me iluminan
En los discursos de tu voz profética.

Me haces la caridad de tu palabra
Y por oírte hablar quedan las cosas
Enmudecidas religiosamente,
Y yo me maravillo del concepto
Que en tu boca, Fuensanta, se hace música,
Y me quedo pendiente de tus labios
Como quien se divierte con cristales.

Me embelesa el decoro de tu plática,
Y ante tu vista escrutadora extiendo
La palma de las manos, predices,
Mi destino en lenguaje milagroso.

Y sigues conversando, eres la clave
Del dolor y del gozo; abarca todas
Las horas venideras, la mirada
De tus ojos sintéticos, bien mío.
Y con tu rostro ecuánime subyugas
¡oh tú, la bienpensada que conversas
cual si hubieses venido del misterio!

¡Si me quitan el regalo
de tus proféticos labios,
me muero de desencanto!

Dios quiera
Que se conserve el prodigio
De tu palabra hechicera
Para decirme en voz baja
cosas
De amor y buenaventura
En estas noches lluviosas.

Y nuestro dulce noviazgo
Será, Fuensanta, una flor
Con un pétalo de enigma
Y otro pétalo de amor.
¡Tú me dirás del enigma,
yo te diré del amor!

¡Ay de Dios, que tu palabra
me tiene embrujada
el alma!

Collection: 
1908

More from Poet

  • Y pensar que extraviamos
    La senda milagrosa
    En que se hubiera abierto
    Nuestra ilusión, como una perenne rosa...

    Y pensar que pudimos
    Enlazar nuestras manos
    Y apurar en un beso
    La comunión de fértiles veranos...

    Y pensar que pudimos
    En una...

  • A Enrique Fernández Ledezma.

    De tu magnífico traje
    Recogeré la basquiña
    Cuando te llegues, o niña,
    Al estribo del carruaje.
    Esperando para el viaje
    la tarde tiene desmayos
    Y de sus últimos rayos
    La luz mortecina ondea
    En la lujosa librea...

  • De tu pueblo a tu hacienda te llevabas
    la cabellera en libertad y el pecho
    guardado por cien místicas aldabas.

    Metías en el coche los canarios,
    la máquina de Singer, la maceta,
    la canasta de pan... Y en el otoño
    te ibas rezando leguas de rosarios.

    René...

  • En mi ostracismo acerbo me alegré esta mañana
    con el encuentro súbito de una hermosa paisana
    que tiene un largo nombre de remota novela:
    la hija del enjuto médico del lugar.
    Antaño íbamos juntos de la casa a la escuela;
    las tardes de los sábados, en infantil asueto...

  • Yo te digo: "Alma mía, tú saliste
    con vestido nupcial de la plomiza
    eternidad, como saldría una ala
    del nimbus que se eriza
    de rayos; y una mañana has de volver
    al metálico nimbus,
    llevando, entre tus velos virginales,
    mi ánima impoluta
    y mi cuerpo...