Montado en una constelación,
así, pareces el antropoide
cabe un pingo de mar.
No un jinete
sino el camalote
que enciende la farola de una flor
sobre el aceite móvil.
Poeta: el soneto
es un féretro.
El olor del muerto
anda en torno nuestro,
contagioso, infecto.
Yo pagaré el entierro
y hasta cien gimoteros,
pues nadie de sus deudos
querrá perder un céntimo,
como heredero,
en hipotecas
y en alquiler de templos.
No al cementerio,
sino a un lazareto,
para que el océano,
el viento
y los cuervos
le echen una palada de plata
y el pésame a los deudos.