Mediodía: el amor, el vino, el humo,
con las flores rosadas del sendero...
la hora y las dudas que execró Unamuno
con recia prosa cual un buen tendero.
El verso fluye cada treinta días
cuando lo impone Amor, malignamente.
(Es fama que los bardos se han jugado
por una dama sus mejores predios).
Así, este peregrino,
en un alto prudente del camino,
reverenciando a medias los asedios,
enhila su canción.
La canción del minuto. Balbuciente
si bien se mira, y vaga...
(Dicha a cambio de un beso que le halaga
y que aletea en su marchita frente).
Y dicha la canción, que le entusiasme
y ría Nietzsche, y Schopenhauer grazne.