Paulino Lucero

Martín ¡Amigo! De aquella loma que atrás del monte se ve, apenas lo devisé, dije: aquel mozo que asoma se me hace por la presencia ser el paisano Lucero; y felizmente, aparcero, me ha salido... Lucero A la evidencia: porque como nunca juyo de esta causa en el afán; y como dice un refrán, en un pie a tu tierra, grullo, cuanto el general Urquiza ¡a quien lo conserve Dios! pegó el grito: "Vamonós contra Rosas", a la prisa, como es justa la contienda, por lo justo, al grito yo, decidido, del Cuaró me vine a tirar la rienda frente de Cualeguaychú y al Uruguay me azoté y lueguito me largué, a saber de su salú. ¿Y mi aparcera? Martín Buenaza, siempre mentándolo a usté. Vaya, aparcero, apiesé; ya sabe que está en su casa, y no precisa... Lucero Al momento: velay refalo el recao y me pongo a su mandao. Martín Adelante: tome asiento. Lucero Pues, mire, amigo Sayago, yo al venir me presumía que no me conocería al volver por este pago. Pero si usté a la fortuna es igual en la memoria, ya puede hacer vanagloria de conocedor: ¡ahijuna! Martín Lo que yo estoy conociendo es que usté viene templao y, como siempre, alentao. Conque, váyame diciendo: ¿Diadónde sale? Lucero ¡Chancita! De lejas tierras, cuñao, después de haberme troteao media América enterita. De suerte que de mulita ya nada tengo, ¡qué Cristo! pues con las cosas que he visto en tanto como he andao, de todo estoy enterao y para todo estoy listo. Pero, paisano Martín, yo creiba que su amistá con mi larga ausiencia ya hubiese aflojao al fin. Ya ve que ¡siete años largos sin vernos hemos pasao! ¡Y cómo estoy de arrugao por tantos ratos amargos!... Así, yo hubiera apostao a que me desconocía, y que ni mentas haría de mí. Martín Se había equivocao: y lejos de eso, aparcero, tan presente lo he tenido que lo hubiera distinguido en el mayor entrevero. Digo esto, en la persuasión que usté en la otra tremolina habrá andao de garabina, por supuesto, y de latón; sobre el pingo noche y día peliando al divino ñudo, medio en pelota o desnudo y con la panza vacía. Pero ya por estos pagos, lo mesmo que por su tierra, se anda por concluir la guerra y las matanzas y estragos, bajo la suposición de que no corcoviará Rosas, y se allanará a organizar la nación por el orden federal, que Entre Ríos y Corrientes han proclamado valientes, y han de sostener... ¿qué tal? Lucero ¡Muy lindo!... pero... veremos; porque ese Rosas, amigo, ¡es tan diablo... pucha, digo! ¡Cuántos males le debemos! Y aunque usté haiga forcejeao en otro tiempo por él, éste no es el tiempo aquél, y se habrá desengañao... Martín ¿Forcejeao, dijo? Se engaña: por un deber he seguido, siempre medio persuadido que Rosas es un lagaña. Lucero ¿Medio no más, aparcero? ¿O se le hace rana el sapo? ¿A que si se lo destapo se persuade por entero? ¡Es un tigre hasta morir, con unas garras que asusta! Y a ese respeuto, si gusta, le explicaré mi sentir. Martín ¡Pues no!, amigo: desde luego prosiga, y déle por ahi: y arme un cigarro, velay, también voy a darle fuego. Lucero No... deje estar... ¡Voto a bríos! ¡Maldito sea el rosín! ¡Por Cristo! amigo Martín, he perdido los avios. ¡Ah, bruto! ¡si ha corcoviao hasta cortarme la cincha, y todavía relincha; y mire, se ha revolcao! Martín Tiene laya de buenazo y bellaco... Lucero Sin piedá, pero de conformidá, que luego es ¡superiorazo! Hoy cuasi me descompuso, porque en pelos me dejó, y ya también se bolió, pero salí, ¡como un huso! Martín ¡Ah, gaucho!... Vení, Ramón; velay, agarrá ese overo, y acollarálo ligero al zaino viejo rabón. ¿No será algún pescuecero su redomón, ño Paulino, que saque por el camino a la rastra a mi aguatero? No le hace: andá y del tirón traite el mate y la caldera; vaya, hijito, y de carrera cebenós un cimarrón. Lucero Pues, yo crei que usté viviera siempre en la otra población, y hoy al darle el madrugón me encontré con la tapera. Luego me pude informar de su salú y paradero, y en la cruzada al overo se le antojó retozar. Martín ¡Voto alante! En fin ya ve, después de tanto rodar, me he conseguido afirmar siempre en la costa del Clé: donde en otro tiempo, amigo, cuanto rancho he levantao, lueguito me lo han quemao, como si fuera castigo; hasta hoy que, como la rosa, vivo y puedo trabajar con miras de adelantar, si Dios no manda otra cosa. Pues acá de varios modos, siendo los hombres honraos, todos viven sosegaos y ganan su vida todos, mediante la protección que el gobernador Urquiza al pobre que la precisa le presta de corazón. Así, el hombre es bendecido, como bajado del cielo, después de tanto desvelo y atraso que hemos sufrido. Lucero Que dure es lo menester, y pronto, amigo, verá que esta provincia será feliz como debe ser, porque la naturaleza y Dios mesmo se ha esmerao en darle como le ha dao en su suelo su riqueza. Corriendo la agua a raudales por sus ríos caudalosos, y de ahi sus montes frondosos, sus campos y pastizales. Luego sus puertos y haciendas su trajín y produciones... ¿No valen más estos dones, que ejércitos y contiendas sin término? ¿Y para qué? Para que al fin el tirano llegue a ser el soberano de estos pagos. Martín Riasé del Supremo y de su antojo, pues, para tal pretender, Rosas no debía ser tan ruin, tan malo, y tan flojo; ni debía ese asesino apoyarse en el terror, ni ser tan manotiador como tacaño y mezquino. Así condición ninguna tiene, sino fantasía; pero, ya se allega el día de que se le acabe, ¡ahijuna!... ¡Qué distinto proceder tiene acá el gobernador, a quien el restaurador le debe todo su ser! Usté lo verá, paisano; por supuesto, lo verá, y si ha visto ¡me dirá! hombre más liso y más llano. Y verá con el empeño que proteje al hombre honrao, sin fijarse en lo pasao, ni en si es de Uropa o porteño. Porque su único sistema es perseguir los ladrones, pero que por opiniones ya ningún hombre le tema. También verá el adelanto de nuestra provincia entera, y al cruzar por aonde quiera le parecerá un encanto: Ver la porción de edificios que se alzan en todas partes para proteger las artes y diferentes oficios. Luego en los campos verá las escuelas que sostiene la Patria, en las cuales tiene a hombres de capacidá: Enseñando satisfechos y con esmeros prolijos a que aprendan nuestros hijos a defender sus derechos. Y últimamente, paisano, si hay gobiernos bienhechores, quizá uno de los mejores es el gobierno entrerriano. Lucero ¡Qué primor! Así debía proceder todo gobierno, veríamos que al infierno iba a parar la anarquía. Pero, desgraciadamente, Rosas es tan envidioso, y tan diablo y revoltoso, que ya pretende al presente largarnos un buscapié para hacernos chamuscar, porque no le ha de agradar esta quietú; creamé. Pues la Libertá y la paz son dos cosas que aborrece, a punto que se estremece de oírlas nombrar nada más. A bien que le he prometido destapárselo enterito, y voy hacerlo lueguito; ¿quiere atender?... Martín Decidido le prometo mi atención: que un hombre de su razón merece ser atendido. Lucero Pues bien, amigo Sayago, debajo de una amistá oirá con la claridá y la franqueza que lo hago. No hablo como lastimao; menos como correntino: hablaré como argentino, patriota y acreditao, que nunca ha diferenciao a porteños de entrerrianos, ni a Vallistas de puntanos, porque todos para mí, desde este pago a Jujuí, son mis queridos paisanos. Y en el rancho de Paulino puede con toda franqueza disponer de la pobreza cualquier paisano argentino, pues nunca ha sido mezquino, y a gala tiene Lucero, el que cualquier forastero llegue a golpiarle la puerta, siguro de hallarla abierta con agrado verdadero. Sólo aborrezco a un audaz que piensa que la Nación es él solo en conclusión, y su familia, a lo más: y ese malevo tenaz, matador, morao y ruin, que ha promovido un sinfín de guerras calamitosas, no es una rana... ¡ése es Rosas! mesmito, amigo Martín, Que grita ¡federación! y degüello a la unidá, mientras que a su voluntá manotea a la Nación; y en veinte años de tesón que mata y grita audazmente ¡federación! que nos cuente, ¿que provincia ha prosperao o al menos se ha gobernao de por sí federalmente? Ninguna, amigo: al contrario, hoy miran su destrución v que en la Federación Rosas se ha alzao unitario, porque. a lo rey albitrario, desde San José de Flores fusila gobernadores, niñas preñadas y curas, y comete en sus locuras otra máquina de horrores. ¡Vea qué Federación tan gaucha! Y yo le respondo que, aunque soy medio redondo, conozco su explicación, que consiste en mi opinión, en que los pueblos unidos vivan, y no sometidos a tal provincia o caudillo que les atraque cuchillo y los tenga envilecidos... Martín ¡Ahijuna!... Lucero No se caliente: deje estar que le relate. Martín Siga, amigo: velay mate; velay también aguardiente. ¡Barajo!... ¡Qué relación! ¡Ah, Rosas, si en este istante te topara por delante! Si hasta me da comezón... Lucero ¡Viera, aparcero Sayago, por esos pueblos de arriba, como he visto yo cuando iba, redotao por esos pagos! ¡Qué mortandades, qué estragos! ¡Cuánta familia inocente hasta hoy llora amargamente la miseria y viudedá que deben a la crueldá de Rosas únicamente! Luego, el encarnizamiento con que a los hombres persigue, y los rastrea, y los sigue lo mesmo que tigre hambriento. Así es que he visto un sin cuento de infelices desterraos, y hombres que han sido hacendaos rodando en tierras ajenas y viviendo a duras penas pobres y desesperaos. ¡Y así pretende el tirano que el país esté sosegao, habiéndolo desangrao de un modo tan inhumano! Ahora, dígame, paisano, si a usté también lo saquiara, lo persiguiese y rastriara así con un odio eterno, usté, desde el quinto infierno, ¿con Rosas no se estrellara? Martín Siguro, hasta el fin del mundo como a pleito lo seguía, y hasta lo perseguiría de la mar en lo profundo. Y a la prueba me remito en la presente patriarda, yendo a darle una sableada allá en Palermo mesmito. Y siendo tan revoltoso el paisano Juan Manuel, preciso es librarnos de él lo mesmo que de un rabioso; y entre todos sin reposo dejándonos de pelear, lo debemos corretear, que dispare a lo ñandú y se vaya a la gran-pu y nos deje sosegar. Lucero Y que deje de amolarnos con tanta guerra al botón que arma allá ese baladrón con miras de exterminarnos. Que acá para gobernarnos federal y lindamente, sin hacer matar la gente, pero haciendo prosperar la patria no han de faltar gobiernos como el presente. Martín ¡Ah, gaucho sabio y ladino! si es la cencia consumada, y patriota más que nada; eche un trago, ño Paulino. Lucero Vaya, amigo, ¡a la salú de sus pagos y los míos, y el gobierno de Entre Ríos que nos ha de dar quietú! ¡Y por la Federación! Martín ¿La gaucha?... Lucero No: ¡la entrerriana! la linda, la veterana, que hará feliz la Nación, hoy que su proclamación alza el general Urquiza, diciendo: "¡Aquí finaliza todo el poder de un tirano, que el ejército entrerriano, va a reducir a ceniza!" Martín Amigo, ahi tengo un changango que pasa de rigular, y ahora mesmo hemos de armar para esta noche un fandango. Aunque ya no me acordaba que ayer, cuando iba al arroyo, mi Juana Rosa en un hoyo medio se sacó una taba; Y hoy de mañana salió con la Nicasia en las ancas, y en aquellas casas blancas debe estar, presumo yo, haciéndose acomodar la pata que se le ha hinchao: pero así mesino, cunao, esta noche ha de bailar. Y usté templando el changango saquemelé hasta la frisa, a salú de don Urquiza federal lindo y de rango! Lucero Lo haré por él, lo prometo; pues, si antes fui su enernigo, ahora de veras le digo, me ha cautivao el afeto. viendo el empeño completo con que llama a los paisanos para que se den las manos y se dejen de matar; así es que lo han de apreciar todos los americanos. Y así, yo de corazón rendiré la vida a gusto en las filas de don Justo, sosteniendo su opinión de organizar la nación, hoy que el caso se presenta, para ajustarle la cuenta a ese tirano ambicioso, causal de tanto destrozo que nuestra patria lamenta. Y a quien el mesmo Entre Ríos le debe tantos atrasos, por las trabas y embarazos que antes le puso a estos ríos; creyendo en sus desvaríos Juan Manuel que el Paraná era de su propiedá; y cuando le daba gana no entraba ni una chalana. ¡Mire qué barbaridá! Y a todo barco atajaba, sin más razón ni derecho que sacarle hasta el afrecho en tributos que cobraba; de otro modo no largaba a ningún barco jamás y sólo a San Nicolás cuando más podían dir, pues si quería subir los hacía echar atrás. ¡Qué diferencia hoy en día es recostarse a estos puertos, y verlos siempre cubiertos de purita barquería! con tanta banderería y tanta gente platuda que al criollo que Dios lo ayuda se arma rico redepente; lo que antes cuasi la gente andaba medio desnuda. Luego, en ganar amistades, ¿acaso se pierde nada?... ¿Y con gente bien portada que nos trae comodidades, cayendo de esas ciudades de Uropa tantos naciones, a levantar poblaciones en nuestros campos disiertos, que antes estaban cubiertos de tigres y cimarrones? ¿O debemos ahuyentar la gente que habla en la lengua? No, amigo, porque no hay mengua en que vengan a poblar; pues nos pueden enseñar muchas cosas que inoramos de toda laya: ¿a qué andamos con que naides necesita, si hay tanto y tanto mulita entre los que más pintamos? Dicen que "la extranjerada ¡algunos no dicen todos! nos han de comer los codos". ¿Qué nos han de comer? -¡Nada! Podrán comer carne asada, cuando apriendan a enlazar; y no se puede negar que son muy aficionaos a echar un pial, y alentaos si se ofrece a trabajar. Allá en mi pago tenemos un nacioncito bozal, muchacho muy liberal con quien nos entretenemos; y al lazo le conocemos mucha afición de una vez. Y, ni sé qué nación es, pero cuando entre otras cosas le grito: "Pialáme a Rosas". Martín ¡Será el diablo! Pues aquí anda otro carcamancito que contesta a lo chanchito, y a todo dice: "güi, güi", y ayer peló un bisturí de dos cuartas, afilao, y yo que estaba a su lao le dije: "¿Para qué es eso?" y él señalando el pescuezo nombró a Rosas, retobao Lucero ¡Pero, si es temeridá lo que el hombre es mal querido y putiao y maldecido en todo pago y ciudá! Ya le dije, yo he corrido muchas tierras, y embarcao desde la mar del Callao hasta la Esquina he venido, y en Bolivia he conocido a hombres que no morirán de antojo, y le pegarán al Supremo una sumida, si Dios le presta la vida, al general Ballivián. Éste anda por Chuquisaca, y allá en Lima anda un Castilla, general, que si lo pilla a Rosas le arrima estaca; porque es libertal de a placa ese general limeño; y a todo gaucho abajeño que anda infeliz por allá en cualquier necesidá lo proteje con empeño. Así, yo vine prendao de otro general Torrijo. ¡Ah, mozo! un día me dijo, viéndome medio atrasao; "¿Muchacho, sos emigrao?" "Sí, señor", le respondí; "Pues tomá", -y le recebí; y como quien no da nada ahi me largó una gatiada que luego la redetí. Después en Chile, paisano, también me puse las botas, con muchos mozos patriotas que detestan al tirano; y el gobierno es tan humano, que a todos nos compadece, y dice que no merece Buenos Aires esa suerte, en que hoy se mira, y de muerte a Juan Manuel lo aborrece. ¿Y el general Virasoro? ¿Y el ejército que manda? ¡Por Dios! Le asiguro que anda contra Rosas, como un toro; y antes en manos de un Moro caiga ese bruto asesino, que no en las de un correntino. Así, que ande Rosas listo, pues si lo pillan ¡ah, Cristo! ¡Infeliz de su destino! Luego, en colmo de sus males, al Presidente su aliao, ya lo tienen apretao veintidós mil imperiales, todos mozos ternejales que lo han de sacar muriendo, y todos, estoy creyendo como una cosa sigura, que por sacarle una achura a Rosas se andan lambiendo. Y en todo el género humano, no crea, ni le parezca que hay hombre que no aborrezca a Juan Manuel por tirano. ¿Y en el Paraguay, paisanos? ¡Viera a los paraguayitos todavía mamoncitos que apenas andan gatiando, y ya se largan gritando: ¡Ah hijitos! Y además el Presidente es un quiebra, sigún veo, pues le ha pedido rodeo al Héroe del Continente. Lucero Sí, amigo, muy suavemente al principio lo ha palmeao, y ya lo ha redomoneao, hasta el verano que viene, que puede ser que lo enfrene y lo haga de su recao. Martín ¡Ah, cosa! Dios lo bendiga, y le dé su santa gracia. ¡Che! mire: ahi viene Nicasia con mi china. Pero, diga: ¿se acuerda de Sandoval el payador? Lucero ¡Cómo no! Martín Un chumbo lo desnucó. Lucero ¿Dónde?... Martín En la Banda Oriental: donde también por mi mal andando por esa tierra, cuando la maldita guerra en que Rosas nos metió, cuasi, cuasi, quedé yo estirao en una sierra. Lucero Velay otra guerra, amigo, que hace Rosas al botón, de cuya desolación usté habrá sido testigo. Y ¿qué oriental enemigo tiene Entre Ríos? pregunto. ¿A qué cargas, a qué asunto mandó allá a la paisanada? ¿Sabe a qué, aparcero? A nada; a peliar por él, por junto. Cierto es que Frutos Rivero vino acá la vez pasada, porque allá la entrerrianada a él lo atropelló primero con don Pascual, que altanero se guasquió a Santa Lucía, pues de terne presumía, hasta que en una mañana y que vuelva, ¡y qué volvía! Y de ahi, Rosas se ha propuesto destruir la Banda Oriental que no le ha hecho ningún mal, ¡mire si es hombre funesto! Y no alega otro pretexto que mudarle presidente. ¿Qué le importa que Vicente, o Pedro, o Juan o Tadeo gobierne en Montevideo? ¿No digo bien? Martín Mesmamente. Lucero Pues ya ve a los orientales matándose con horror, lo que es, amigo, un dolor, ¡porque son tan liberales! Y hay mozos tan racionales entre uno y otro partido, que si ya no se han unido no es por rencor, creamé, es solamente porqué ahi anda Rosas metido. Lo que antes, los orientales se daban cuatro sabliadas, y al tiro de camaradas quedaban todos iguales; mas hoy, con los federales que Rosas les ha injertao tan fiero los ha trenzao, que algunos ya lo coligen, y Dios permita y la Virgen que le hagan el cuerpo a un lao. Dios lo permita, repito, que se abracen como hermanos; porque, sin ser mis paisanos los apreceo infinito; pues ya sabe, aparcerito, que yo me crie por allá, y así es con temeridá lo que esa gente me agrada, y esas hembras más que nada, porque son una deidá. Martín ¡Oiganle al cantor Lucero cómo se explica y se amaña! Pues bien, una media caña conciérteme, compañero. Toda de amor enterita, que se alborote el hembraje con las coplas, y le faje hasta la madrugadita. Lucero Media caña y cielo junto, será más lindo, aparcero, y que yo duerma primero, porque... ya me siento en punto... Martín Echesé, aunque Juana Rosa venía y se ha entretenido, y si lo pilla dormido quizá se muestre quejosa. Pero ya que está templao, no hay que hacer caso, echesé, que yo lo dispertaré con un buen cordero asao... Aunque, amigo, la patrona lo ha querer agradar: dejemé, voy a carniar con cuero una vaquillona. . . . . . . . . . . . . Y ya enderezó Martín rumbiando para el rodeo y Paulino a su deseo, hizo estas coplas por fin.

Collection: 
1827

More from Poet

  • Martín ¡Amigo! De aquella loma que atrás del monte se ve, apenas lo devisé, dije: aquel mozo que asoma se me hace por la presencia ser el paisano Lucero; y felizmente, aparcero, me ha salido... Lucero A la evidencia: porque como nunca juyo de esta causa en el afán; y como dice un refrán, en un...

  • Mirá, gaucho salvajón, que no pierdo la esperanza, y no es chanza, de hacerte probar qué cosa es Tin tin y Refalosa. Ahora te diré cómo es: escuchá y no te asustés; que para ustedes es canto más triste que un viernes santo. Unitario que agarramos lo estiramos; o paradito nomás, por atrás, lo...

  • Hoy hará una trasnochada apretando el imprentero, y allá al rayar el lucero piensa acabar mi versada. Siendo ansí, a la madrugada le echaré en la población; pero antes hago intención (se lo alvierto por si acaso) de ir a pegarle un albazo llevándosela, patrón. Por ahora voy a largar solamente el...

  • PRIMERA PARTE La Isidora regordeta se va a embarcar al Buseo: ¡vieran con qué zarandeo va arrastrando una chancleta! Que lleva un pie desocao de resultas de un fandango, en que le rompió el changango en la cabeza a un soldao; Y en esa noche con Brun bailando la refalosa, anduvo poco mañosa...